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sábado, 20 de abril de 2024
Isaac lleva cinco meses en el albergue de Cáritas en Toledo.
Isaac lleva cinco meses en el albergue de Cáritas en Toledo. Foto - Rebeca Arango
Toledo - 01 diciembre 2018

En 2017 Cáritas atendió en Castilla-La Mancha a 3.000 personas sin hogar. En toda España la organización acompaña a través de sus programas a cerca de 40.000. Estas cifras -a pesar de la mejora de la situación económica- no han disminuido sino que en los últimos dos años se ha producido un incremento de en torno al 10 por 100.

Con motivo del Día de las Personas sin Hogar celebrado recientemente, el Centro de Estancias Diurnas-Albergue «Cardenal González Martín» de Cáritas de Toledo ha abierto estos días sus puertas para mostrar una realidad muy desconocida para la mayoría, una realidad que por ignorada en muchas ocasiones no es comprendida.


Isaac, de 30 años, es uno de los usuarios del programa de media estancia del albergue. Allí lleva cinco meses recibiendo formación sobre búsqueda de empleo, acudiendo a talleres… Hace tres años que se fue de su casa en Alcázar de San Juan, donde vivía junto a su madre y sus abuelos. Desde entonces ha estado en Ciudad Real, Puertollano, Daimiel… hasta recabar en Toledo. Afirma que en el albergue de Cáritas ha encontrado mucho cariño, «más incluso que el que recibes de tu familia», también una sonrisa, una cama, una ducha… En definitiva, «las necesidades básicas de cualquier ser humano». Es un lugar, asegura, que «nos da la vida». A pesar de su situación y de tanto tiempo en la calle, señala que en esta «no todo es 100 por 100 malo» ya que «he llegado a conocer a gente que me ha querido como a un hijo».

La meta de este ciudadrealeño -con experiencia en hostelería- es encontrar un empleo y salir adelante por sí mismo. Es consciente de que no lo tiene fácil; incluso dice comprender a aquellos empresarios que tienen reticencias porque «lo primero es conocer a las personas».

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Isaac comparte su tiempo en el albergue con Martín, de 81 años, llegado hace un mes de Cuba. Con una pensión de ocho euros mensuales tras haber trabajado de conductor de autobuses durante 45 años en la isla caribeña, un dinero que -como él mismo dice- «no me da ni para la merienda»-, las necesidades económicas le obligaron a emigrar. Sin embargo, «aquí en España la ayuda tampoco llega y no está siendo fácil», por lo que ya está deseando regresar a su país. Sabe que su situación allí no será mejor: «Tengo más o menos una casa, una casa que queda destruida cada vez que llega un huracán, pero al menos en Cuba no hace frío y se puede dormir en la calle por las noches». Sobre el albergue que ha conocido en Toledo todo son elogios: «la atención y el trato que nos dan es maravilloso».

Corría el año 1982 cuando el albergue de Cáritas en Toledo abría sus puertas. Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Lo que antes era un centro para dar cobijo a la persona que iba de albergue en albergue, ahora es un lugar en el que, además, se ofrece atención a otro tipo de perfiles, como el de aquellos que se ven en la calle de un día para otro, los que precisan formación para volver a incorporarse en el mundo laboral, los que sufren adicciones…

Una trabajadora social, una psicóloga y un educador social componen el equipo técnico del centro, donde trabajan otras 11 personas y otras 48 ayudan como voluntarios. Virginia Rodríguez, coordinadora del área de Personas sin Hogar de Cáritas, explicaba los servicios que se ofrecen en él. Uno de ellos es el de proporcionar alojamiento de urgencia, entre dos noches o unos meses. También está el programa de media estancia -con una permanencia de entre seis meses y un año-, programa en el que se trabaja la inserción laboral. Otro recurso es la estancia diurna, ofreciendo un espacio alternativo a la calle todos los días del año, con atención psicosocial, actividades ocupacionales y educativas, con servicio de comedor, ducha…

Ponía de manifiesto que el perfil de aquellos que llegan al albergue se corresponde con el de un varón de entre 45 y 55 años que ha agotado las prestaciones y que no cuenta con apoyos familiares. Añade que en muchas ocasiones son personas en riesgo de exclusión grave, con dificultades para acceder a una vivienda y a un empleo y con muy pocos ingresos económicos. «No suelen tener formación y la edad también es una desventaja», de ahí que la recuperación económica no haya supuesto que haya disminuido el número de personas que acuden a estos servicios.

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