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miércoles, 24 de abril de 2024
Descuentos en el bus para los jubilados con incapacidad permanente
Este es el autobús que clamaba el misionero toledano para llevar a mujeres enfermas de SIDA o terminales.
La alegría del padre Christopher Hurtley - 21 noviembre 2017 - Toledo

«Gracias a todos vosotros, lo que ayer era un sueño, hoy es una realidad. Os escribo esta carta desde Addis Abeba, a donde he venido para recoger el autobús; os escribo a medias, entre emocionado y agradecido, porque, ¡por fin! Lo que parecía un sueño imposible se ha hecho realidad». Son palabras del padre Christopher Hurtley, el misionero toledano que vive en Etiopía y sigue luchando contra las circunstancias terrenales.

La lucha continúa del misionero toledano

Un autobús que pedía desde hace mucho tiempo y que para ellos es un gran paso, «porque como sabéis nuestro proyecto Tamara, para mujeres enfermas de SIDA o de otras enfermedades, terminales o al menos graves, estaba terriblemente necesitado de un medio de transporte adecuado para traer, mañana y tarde, a estas mujeres y a sus hijos pequeños al hogar de la Iglesia, que con vuestra ayuda construimos hace unos años y que se llama Galilea».


También se les abrirá la posibilidad «de comenzar la enseñanza primaria para los hijos mayores de estas mujeres y para los niños que viven demasiado lejos de las escuelas en la ciudad».

«Desguaces y deshechos humanos de quienes aquí nadie se apiada»

Es su «Carta desde el desierto» agradece a todos los que han contribuido para comprar y llevar el autobús hasta allí «con vuestros generosísimos donativos y sacrificios a la compra de este vehículo. A todos os damos las gracias, en nombre de la Iglesia católica y de modo particular, en nombre de tantas mujeres y niños sin voz, verdaderos desguaces y deshechos humanos de quienes aquí nadie se apiada».

El misionero toledano recuerda que mientras construían el edificio de la misión han visitado a la comunidad local, «y así se ha abierto un camino de contacto con aquellos que no tienen nada ni a nadie que se preocupe por sus necesidades básicas, cristos rotos, cristos abandonados». Y así descubren a los miembros de la comunidad más vulnerables. «Inmediatamente comenzamos a llevar a niños y mujeres enfermas al hospital local».

Y fue durante estas visitas «a sus casuchas infames cuando descubrimos que muchas de las personas con las que habíamos entablado contacto estaban enfermas de SIDA, por lo que las llevamos al hospital regional para su tratamiento». Desde ese momento, el hospital solicitó su cooperación para buscar a aquellos pacientes con SIDA que habían abandonado el tratamiento».

[ze_image id=»212751″ caption=»Algunas de las mujeres con las que trabajan en la misión del padre Cristopher Hurtley.» type=»break_limited» src=»http://ecmadm.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2017/11/etiopia_padre_christopher.png» urlVideo=»» typeVideo=»» ]

 

Continúa su relato el padre Hurtley…

«Muchas de las mujeres con las que hemos contactado trabajan en los prostíbulos de Gode. Sirven como camareras, chicas de la limpieza… Y también como prostitutas. Tienen con frecuencia menos de 25 años, cargadas de niños pequeños y no cuentan con otros medios de subsistencia, solo lo que ganan en el prostíbulo». Aunque la mayoría de estas mujeres «son prostitutas independientes, una vez en el prostíbulo empiezan a trabajar bajo la autoridad de la madre de la casa, quien las alimenta y da cobijo. No son prostitutas por elección, sino por necesidad, perdiendo así el sentido de autoestima y respeto por sí mismas. Piensan que no tienen otra elección y, aunque tienen una idea muy vaga del peligro que supone contraer el SID y otras enfermedades, lo consideran un riesgo necesario que tienen que correr para poder enfrentar las dificultades económicas con las que cuentan (…). Cada mujer cuenta con su propia historia, que se desarrolla como una verdadera pesadilla».

Acción misionera que es clave porque «acompañamos a cada mujer y a sus hijos, si están enfermos, al hospital, a sus citas del tratamiento del VIH y costeamos sus análisis de sangre o cualquier otro análisis que necesiten. Debido a la inestabilidad y movilidad de la vida de estas mujeres, la educación de sus hijos se encuentra muy descuidada y es muy pobre (…) Esperamos servir a entre 50-60 niños y niñas, y a 30 mujeres vulnerables divididas en grupos de 10 durante el primer año».

Y como exclama al principio de su carta el padre Hurtley respecto a la llegada del ansiado autobús… «¡Por fin! Lo que parecía un sueño imposible se ha hecho realidad».

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