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Son el segundo problema más grave después del paro, según una encuesta del CIS - 04 julio 2019 - Castilla-La Mancha
Agustín Yanel Agustín Yanel

Algo no funciona bien en una sociedad democrática cuando la clase política y los partidos son vistos por buena parte de la ciudadanía como el segundo problema más importante, después del paro. Y eso es lo que opina una de cada tres personas consultadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) para su última encuesta: el 62,5 por 100 dice que el principal problema es el paro, como siempre desde hace años; pero un significativo 32,1 por 100 afirma que lo más preocupante después del desempleo son los políticos, los partidos y la política. Los políticos deberían reflexionar sobre ello.

En los últimos 35 años nunca habían tenido los políticos tan mala consideración en las encuestas. Solía ser solo uno de cada 10 encuestados, o menos, quien tenía una visión tan negativa de la clase política. En la última década fue incrementándose ese porcentaje -debido, sobre todo, a los recortes por la crisis económica y a los casos de corrupción en los que se han visto implicados tantos políticos- y aparecían en las encuestas como el tercer o cuarto problema para la ciudadanía. Pero ahora, en la realizada en junio por el CIS, han alcanzado el lamentable récord de subir al segundo puesto en el podio de los principales problemas.


Las encuestas no son una ciencia exacta, pero sirven para hacerse una idea de lo que piensa la población sobre un asunto concreto en el momento en que se pregunta por él. Por eso los políticos las leen con atención, aunque después les quitan importancia cuando vaticinan malos resultados para su partido.

Hablar, negociar, ceder y llegar a acuerdos

Esta encuesta del CIS refleja un enfado monumental de la ciudadanía con la clase política. Y la verdad es que motivos para ello no faltan, porque el espectáculo que están dando algunos políticos a diario desde hace tiempo y la casi paralización de la vida política institucional que se vive en este país han cansado hasta a los más pacientes. Lo sorprendente es que la gente no salga más a la calle para exigir a los políticos que hablen, que negocien, que cedan dentro de lo razonable para llegar a acuerdos y que resuelvan los problemas, porque para eso son elegidos. Pero algunos se han convertido precisamente en el problema y no en la solución.

Un ejemplo. Ante las dificultades para investir presidente a Pedro Sánchez -porque el resultado electoral hace complicado que pueda lograr la mayoría absoluta de 176 votos que necesita en el Congreso-, ha anunciado que volverá a reunirse con los dirigentes de los partidos políticos para intentar llegar a un acuerdo. Pero el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha dicho que no tiene intención de acudir a esa cita. «Es que no tengo nada más que hablar de las tres veces que he hablado con Sánchez», ha dicho.

¿Cómo? ¿El presidente del Gobierno en funciones, que ha ganado las elecciones, llama a un dirigente político, para intentar buscar una salida al actual bloqueo a la investidura, y Rivera dice que no irá? Si algo tienen que hacer los políticos por encima de todo es hablar para intentar buscar soluciones. Y también por educación, claro. No es de extrañar que Francesc de Carreras, profesor de Derecho Constitucional y uno de los fundadores de Ciudadanos, haya escrito, decepcionado con el líder del partido naranja, que «el joven maduro y responsable» que era Rivera cuando fundaron el partido se ha convertido en «un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España».

Ciudadanos, finalmente, se ha sentado con Vox y el PP

Otro ejemplo. Los dirigentes de Ciudadanos han dicho hasta la saciedad que no van a negociar con Vox ni se van a sentar con ellos, y no reconocen que en Andalucía gobiernan con el PP gracias a los votos de ese partido de ultraderecha, como en varios ayuntamientos de toda España. En Murcia, Vox ha votado en contra del candidato del PP a presidir esa comunidad autónoma, que necesita sus votos para ser elegido. Y, ante el peligro de que pueda gobernar el PSOE, finalmente se han sentado por vez primera en una misma mesa los tres partidos de la derecha, horas antes de la segunda votación, en contra de lo que el partido naranja ha dicho una y mil veces que no haría. Deberían saber que la ciudadanía percibe estas incoherencias y ve con claridad que, cuando se trata de repartirse sillones y ganar poder, algunos no tienen inconveniente en hacer lo contrario de lo que predican a diario.

El espectáculo político es diario y no sólo lo protagonizan los líderes de Ciudadanos. La gente también ve y escucha la insistencia con que Pablo Iglesias dice que quiere ser ministro, por ejemplo. Si consiguiera ese objetivo, ¿qué haría en el caso de que el Gobierno aprobara una medida con la que él no esté de acuerdo? No podría criticarla, porque como miembro del Gobierno debería asumir esa decisión como suya. ¿Dimitiría? ¿Por qué no se fija en lo que ha hecho el líder de Podemos en Castilla-La Mancha, José Manuel García Molina, que desde que entró a formar parte del Gobierno regional no criticó nada de lo que hizo el Ejecutivo socialista en la región, aunque hubo varios asuntos que Podemos no compartía, y ha llevado a su partido a perder los dos escaños que tenía en las Cortes regionales?

La ciudadanía también observa a diario otras muchas actuaciones y declaraciones de dirigentes políticos que causan, como mínimo, sorpresa cuando no vergüenza ajena: las andanzas de Carles Puigdemont por Bruselas y el sometimiento del Gobierno de Cataluña, con viajes frecuentes a la capital belga, a lo que él les ordena; las lamentables declaraciones que, con frecuencia, hace la aspirante a presidir la comunidad de Madrid por el PP, Isabel Díaz Ayuso (que no ganó las elecciones y necesitará los votos de Ciudadanos y Vox para gobernar), a quien Pablo Casado puso a dedo como número uno de la candidatura; los insultos del partido de Santiago Abascal a Albert Rivera por las redes sociales, con un lenguaje soez, que el partido atribuye a la persona que gestiona durante el verano sus redes sociales. Etcétera, etcétera, etcétera.

Cada día se ve a políticos que no actúan como se supone que deberían hacerlo, porque parecen defender más los intereses de su partido o los suyos personales que los generales de la ciudadanía. La última encuesta del CIS debería hacerles reflexionar, porque el hartazgo de los ciudadanos tiene un límite. Como no sean capaces de ponerse de acuerdo y haya que ir a unas nuevas elecciones, que se preparen para lo peor porque la abstención batirá récords.

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