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jueves, 25 de abril de 2024
La izquierda dividida: cuatro listas en Madrid, en Talavera… - 28 marzo 2019 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

A José María Aznar le molesta que Santiago Abascal, presidente del partido de ultraderecha Vox, hable de Pablo Casado y los populares como «la derechita cobarde». Al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, no le gusta que le identifiquen con la derecha del PP, porque dice que él es liberal. Pero los seguidores de esos tres partidos pueden estar tranquilos, porque la sangre no llegará al río: por muchas discrepancias dialécticas y descalificaciones que ahora se lancen unos a otros, si la suma de sus votos les permite gobernar tras las próximas elecciones no tendrán inconveniente en dejar a un lado sus diferencias ideológicas para pactar. Recuerden lo ocurrido en Andalucía.

El expresidente Aznar tiene derecho a sentirse molesto y ofendido, como cualquiera. Pero ha dicho algo que, en su caso, hubiera sido mejor que callara: «Desde mi autoridad moral, la que se me reconozca, hago una apelación a la responsabilidad del votante de centroderecha para que vote al PP y nada más que al PP». Podría pedir el voto de otra manera porque, ¿puede hablar de autoridad moral alguien que, cuando era presidente del Gobierno, metió a España en la guerra de Irak con un papel destacado, pese a que más del 90 por 100 de la población se oponía?


Las pretensiones de Albert Rivera

Albert Rivera -a quien en el Boletín Oficial del Estado han llamado por error Alberto Carlos Rivera Díaz al publicar las candidaturas de las elecciones generales del 28 de abril- reclama un debate entre él y Pedro Sánchez. Ya está confirmado que habrá un debate en TVE y otro en Atresmedia con los líderes de los cuatro principales partidos (en el caso de la cadena privada, también con el de Vox), pero a Rivera debe parecerle poco y quiere enfrentarse él solo al presidente del Gobierno. Olvida un detalle: desde que el PSOE llegó a La Moncloa, tras la moción de censura, el líder de la oposición es Pablo Casado porque el PP tenía 132 diputados en la última legislatura; la tercera fuerza política es Unidos Podemos, con 71 escaños, y Ciudadanos ocupa el cuarto lugar con 32.

Hace unas semanas, antes de que finalizara el plazo para registrar las coaliciones para las elecciones generales, Casado propuso a Rivera que sus dos partidos presentaran listas conjuntas al Senado. El líder de Ciudadanos rechazó esa oferta, pero después él ha propuesto al PP formar un gobierno de coalición tras las elecciones, porque considera que es una «emergencia nacional» echar a Pedro Sánchez de La Moncloa.

A Pablo Casado le parece bien esa propuesta, pero opina que llega tarde y ha lamentado que Rivera no aceptara su oferta de listas conjuntas al Senado. De paso, para dejar claro que en ese hipotético gobierno de coalición el presidente sería él, ha dicho que Albert Rivera «sería un buen ministro de Asuntos Exteriores». La pelea entre el PP y Ciudadanos por presentarse como los representantes del centro derecha político está presente en toda la precampaña pero, como ya se ha dicho, llegado el caso no tendrán inconveniente en hacer de tripas corazón y decir digo donde antes dijeron diego -es decir, en pactar con Vox- si tienen la posibilidad de gobernar.

Quienes también tienen muchas peleas son los partidos de la izquierda, tanto en su propio seno como unos contra otros. Hay políticos en la izquierda, unos en activo y otros retirados de la primera fila, que, cuando llegan unas elecciones, son especialistas en sacar a la luz los trapos sucios de su propia formación, en dividir aún más a la izquierda y, en definitiva, en poner palos a su rueda que favorecen a la derecha, aunque se supone que no será ésta su intención.

La división de la izquierda: Madrid, Talavera…

Basta fijarse, como ejemplo de esa división, en las próximas elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid. El electorado de la derecha podrá elegir entre PP, Ciudadanos y Vox. Los votantes de la izquierda tendrán a PSOE, Unidas Podemos (Podemos, Izquierda Unida, Equo y otras formaciones), Más Madrid (con Iñigo Errejón a la cabeza) y también Madrid en Pie, porque los afiliados a Izquierda Unida en Madrid ha votado en contra de presentarse junto al partido de Pablo Iglesias y han constituido esa última candidatura con Anticapitalistas.

Otro buen ejemplo de división de la izquierda es el de Talavera de la Reina (Toledo), la ciudad que era la segunda de Castilla-La Mancha pero que en pocos años ha bajado al cuarto puesto. Para las elecciones municipales del 26 de mayo, si un cambio de última hora no lo remedia, allí habrá candidaturas de PSOE, Unidas Podemos, Ahora Talavera y XTalavera. Y algo parecido puede ocurrir en Toledo capital y en otras localidades de toda España.

Cada cuál votará al partido o coalición electoral que prefiera, porque esa es la esencia de la democracia. Con sus problemas, sus contradicciones y sus programas, aunque hay líderes que no ocupan mucho tiempo en explicar el contenido de los mismos. Pero sería deseable que los políticos, tanto los de la derecha como los de la izquierda, dejaran a un lado sus peleas internas, las purgas o venganzas, los personalismos y algunas obsesiones de sus líderes, y se dedicaran a explicar sus programas electorales y a sumar fuerzas en beneficio de la ciudadanía en vez de dividir.

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