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jueves, 28 de marzo de 2024
Batcazo histórico del PP en Cataluña, que baja de 11 a 3 escaños - 22 diciembre 2017 - Castilla-La Mancha
Agustín Yanel Agustín Yanel

Tal y como muchos vaticinaban, el resultado de las elecciones del 21 de diciembre en Cataluña no va a servir para resolver el llamado problema catalán. El nuevo Parlamento autonómico seguirá con mayoría absoluta independentista, la sociedad catalana continuará partida en dos y el expresidente huido que quiere serlo de nuevo, Carles Puigdemont, sabe que si vuelve a España irá directamente a la cárcel y ha hecho declaraciones que no permiten esperar de él la tranquilidad y el sentido común necesarios para gobernar, si lograra su objetivo de volver al palacio de la Generalitat.

Inés Arrimadas, de Ciudadanos, ha sido la gran triunfadora: ha ganado las elecciones, y ha pasado de 25 a 37 escaños, pero probablemente no podrá ser la presidenta debido a la ley electoral. El PP, con Xavier García Albiol a la cabeza, ha sido el gran perdedor: se ha hundido con un batacazo histórico, ya que solo ha logrado tres diputados por Barcelona (hasta ahora tenía 11) y no podrá formar un grupo parlamentario propio.


Lo habitual en todas las elecciones, por educación, es que los candidatos feliciten a quien las gana. Carles Puigdemont no lo ha hecho. Este fugado de la Justicia, que dice sin ruborizarse que aún es presidente del «Gobierno catalán en el exilio», en la noche electoral se atrevió a declarar ante los periodistas y unos cuantos seguidores esta frase: «La república catalana ha ganado a la monarquía del 155». Lo dijo como si Cataluña ya fuera una república independiente del Estado español, olvidando que precisamente la declaración de república independiente que él hizo en el Parlament ha llevado a la cárcel a su exvicepresidente y socio de Gobierno Oriol Junqueras y a varios miembros del Ejecutivo que él presidía. Pero lo dijo, se quedó tan ancho y quizá se sintió orgulloso de su ingenio.

La necesidad de dialogar

Mariano Rajoy debería reflexionar, porque convocó estas elecciones para resolver el problema catalán y, con estos resultados, no se va a resolver. Debería reconocer que ha actuado tarde y mal en este asunto, y sentarse a hablar con quien sea necesario para abordar de una vez por todas, en serio y sin agravios para ninguna comunidad autónoma, el asunto catalán.

La pregunta del millón: ¿y ahora qué? Esa es la pregunta que deben hacerse los políticos, los de Madrid y los de Barcelona, tras estas elecciones. Durante la campaña electoral se han escuchado algunas afirmaciones serias, muchas tonterías y unos cuantos disparates. Pero no se ha oído hablar a los candidatos y candidatas de los problemas que sufre desde hace años la ciudadanía catalana, como los sufre la de toda España. Estas votaciones no van a resolver el problema catalán, pero deberían servir para que el futuro Gobierno de la Generalitat se preocupe primero y sobre todo de los ciudadanos.

Las elecciones más atípicas en Cataluña

Éstas han sido las elecciones más atípicas que se han celebrado en España, y basta fijarse en algunos detalles para comprobarlo: un aspirante a presidente (Puigdemont) que huyó a Bruselas y que insulta a la inteligencia y al sentido común al seguir manteniendo la solemne estupidez de que él sigue siendo el presidente del «Gobierno catalán en el exilio»; otro aspirante (Junqueras) que está en la cárcel de manera preventiva no por defender sus ideas independentistas sino porque un juez considera que presuntamente ha cometido delitos; una candidata (Marta Rovira, número dos de ERC) que se ha atrevido a afirmar sin aportar ninguna prueba que el Estado amenazó con violencia y muertos en la calle si declaraban la independencia, y no ha tenido la decencia de retirarse, etcéteta, etcétera, etcétera.

Por si eso fuera poco, en ningunas elecciones se han visto actuaciones tan sorprendentes como las que se han visto en éstas: guardias civiles expulsados de un hotel por la presión de los vecinos, guardias civiles entrando en las redacciones de algún medio de comunicación e interrogando a los periodistas cuando solo iban a buscar papeletas de votación ilegales, policías -no todos, por supuesto- que traspasaron con creces todos los límites de la prudencia al intervenir en la manifestación del 1 de octubre; algunos ciudadanos que se inventaron supuestas lesiones en esa carga policial que no sufrieron…

Y todavía hay más: familias que no pueden hablar de política porque eso significa desenterrar el hacha de guerra; amigos que han dejado de serlo; organizaciones sociales que este año no han distribuido participaciones de la lotería de Navidad porque había asociados que no querían comprar «lotería española»; más de tres mil empresas que han trasladado su sede social fuera de Cataluña; un descenso muy importante de visitas turísticas; una economía que se resiente por todos los lados…

Todo eso no se va a resolver con peleas entre independentistas para ver quién gobierna, ni con declaraciones unilaterales de independencia, ni con afirmaciones como las que han hecho Puigdemont, Rovira y otros políticos… No. Eso solo se podrá resolver si se tiene el firme propósito de gobernar para mejorar la vida de la ciudadanía y con la convicción de que sus legítimas reivindicaciones, de cualquier tipo, no se solucionan ni con declaraciones unilaterales ni incumpliendo la ley y las sentencias ni utilizando para todo a los jueces y tribunales, sino analizando los problemas y dialogando. A ver si empiezan a hacerlo ya y en serio. Sería un buen regalo de Reyes para los ciudadanos de Cataluña y de España entera.

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