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Será presentada el viernes 25/01/2017junio 6th, 2017

Toledo, ciudad de cuyas plazas y edificios han salido siglos cruciales de la historia de España, tenía hasta ahora una asignatura pendiente con la conocida espada de San Pablo o cuchillo de Nerón, una reliquia a la que se le atribuye la decapitación del apóstol San Pablo ordenada por Nerón entre el año 67 y 68 después de Cristo y de la que la crónica toledana parece haberse olvidado en las últimas décadas.

Dibujo de la espada que aparece en el pergamino hallado en el Museo de Santa Cruz.


El responsable de recuperar y de continuar dando forma al relato que envuelve a esta pieza es el periodista toledano Francisco J. Rodríguez, quien indagando en los fondos de la hemeroteca de la Biblioteca de Castilla-La Mancha descubrió el interés que en el año 1950 tenía el dictador Francisco Franco por encontrar en Toledo la espada de San Pablo. De este periodista también partió la idea de hacer una reproducción de la misma a raíz del pergamino que, hallado en el Museo de Santa Cruz, la describe. Esta reproducción, realizada por los artesanos Antonio Arellano y su hijo Toni Arellano, será entregada el próximo viernes 27 de enero a la iglesia del Convento de las Jerónimas de San Pablo de la capital regional, el lugar en el que la original permaneció en su última etapa hasta que la Guerra Civil hizo que desapareciese.

Según ha recopilado Francisco, este arma fue un regalo que el Papa Urbano V hizo al entonces cardenal de Toledo Gil de Albornoz, quien renunció al pontificado en beneficio del primero. Parece ser que el también arzobispo de Toledo la donó al ahora desaparecido convento de La Sisla, convirtiéndose en una reliquia venerada cada 25 de febrero, día del apóstol San Matías, y llegando a tener incluso una romería.

La espada salió de este convento durante la Guerra de la Independencia para protegerla de las tropas francesas y fue trasladada al convento de las Jerónimas de San Pablo, de donde regresó en el año 1814 para continuar en La Sisla hasta 1820, fecha en la que fueron expulsados los monjes por culpa de la desamortización y volvió de nuevo al convento de las Jerónimas.

Lo cierto es que «a partir del siglo XVIII todos los historiados de la ciudad empiezan a hablar de la espada de forma bastante detallada». Francisco Rodríguez explicaba a encastillalamancha.es la anécdota de la que dejó constancia Gregorio Marañón cuando, acompañado por Benito Pérez Galdós, acudieron a este convento, algo que solía hacer el dramaturgo con frecuencia para pedir la espada a las monjas y, sin ser visto, sacar punta a su lapicero.

Su pista se pierde con el estallido de la Guerra Civil. A partir de aquí son varias las hipótesis que han llegado hasta nuestros días. Una de ellas es la que narra en 1950 un artículo del antiguo diario El Alcázar firmado por el periodista Luis Moreno Nieto. En él pone de manifiesto que, según el testimonio de una religiosa, cuando los republicanos entraron en la ciudad el demandadero del convento -la persona que hacía los recados- arrojó la espada al pozo del patio. No obstante y tras la conversación que tuvo con la madre superiora del convento, Francisco Rodríguez aporta otra versión diferente a la oficial y es que a los oídos de esta mujer de 86 años llegaron las palabras de dos de sus hermanas en las que indicaban que los soldados republicanos entraron en el convento y, cuando sacaban detenidas a las monjas, uno de ellos portaba el cuchillo. Ante las demandas de las religiosas de que aquello era una reliquia, éste temió que fuese un arma y dijo que lo iba a tirar.

LA BÚSQUEDA QUE EMPRENDIÓ FRANCO

Lo que sí está contrastado a través de las páginas de los periódicos es la obsesión de Franco por hallar esta espada de la que tuvo conocimiento en al año 1907 cuando era cadete en la Academia de Infantería de Toledo y acudía al convento a venerarla. Eran continúas las referencias que hacía a ella cuando hablaba con los gobernadores civiles que fue nombrando en la provincia. Este interés motivó que el 3 de enero de 1950 Luis Moreno Nieto titulase en El Alcázar «Se busca el cuchillo con el que fue degollado San Pablo», donde describe lo que ocurrió con él.

Francisco Rodríguez cuenta que la búsqueda fue todo un acontecimiento en la ciudad. El convento fue inspeccionado minuciosamente, incluso se llegaron a tirar tabiques y los bomberos descendieron al pozo. A pesar de ello nunca apareció.

Cuando se creía que la historia de la espada de San Pablo iba a quedar cerrada para siempre, en el año 1967 se encontró en el Museo de Santa Cruz un pergamino del siglo XVIII con la descripción y el dibujo detallado de la misma, lo cual hizo que el régimen franquista volviese a emprender las averiguaciones.

Viendo que todo trabajo era en vano, se encargó a la Fábrica de Armas que hiciese dos réplicas basándose en el hallazgo del Museo de Santa Cruz. Una fue entregada a Franco y otra al cardenal Vicente Enrique y Tarancón.

Además de arrojar luz sobre el modo en el que desapareció el cuchillo, Francisco Rodríguez comenzó a indagar en el patrimonio nacional y de la Iglesia en busca de las réplicas. Sus pesquisas le llevaron a descubrir que en el Museo del Ejército había una tercera procedente de los fondos de la Fábrica de Armas, de la que cree que es una prueba malograda. Nada supo, eso sí, de las dos primeras.

Sostiene, además, que el arma original es un bracamarte medieval, un tipo de espada que fue empleada por las tropas cristianas durante las cruzadas y que dataría de entre los siglos XI y XIV y no de la época romana. 

CERCA DE CUATRO KILOS, 94 CENTÍMETROS DE LARGO, HECHA CON ACERO DE CARBONO…

La espada de San Pablo es de acero de carbono forjado y templado. Con cerca de cuatro kilos, tiene 94 centímetros de largo y una hoja ancha. La cruz y el pomo están forjados de hierro, la primera con dos gavilanes rectos con forma de trébol, mientras que el pomo tiene un cuello redondo y es de forma ovalada y achatada. El puño es de madera y está forrado con alambre de latón. 

Después de ofrecer estos detalles técnicos, Toni Arellano afirmaba a encastillalamancha.es que la pieza que entregarán al convento de las Jerónimas de San Pablo -y que se expondrá al público en su iglesia- ha sido realizada de forma totalmente artesanal, de principio a fin, «como lo habrían hecho antiguamente», una labor que les ha llevado dos meses.

Ahora toca poner en valor no solo esta reproducción sino, más bien, la historia que la precede y que, en una ciudad en la que parecía todo contado, ha estado olvidada en los últimos tiempos. En este sentido, el Ayuntamiento de Toledo ya ha expresado su interés en promover su divulgación.

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