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sábado, 20 de abril de 2024
Las elecciones generales del 10 de noviembre, cada vez más probables - 13 septiembre 2019
Agustín Yanel Agustín Yanel

Si no lo remedia un milagro de última hora -religioso o laico, según las creencias de cada cual-, el electorado será convocado para votar de nuevo el 10 de noviembre. Sería la cuarta vez en los cuatro últimos años, demasiado para una ciudadanía que no sale de su asombro ante el espectáculo diario que está viendo en los principales dirigentes políticos. Y ningún sondeo electoral podrá vaticinar lo que ocurriría entonces, porque el hartazgo de la gente es difícil de ser medido con encuestas. Pero todo apunta a que habrá que votar otra vez.

El pasado 25 de julio esta columna comenzaba así: «Por mucho empeño que pongan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en explicarlo, les va a resultar muy difícil, por no decir imposible, convencer a sus votantes y a buena parte de la ciudadanía de que han hecho todo lo que estaba en sus manos para configurar un Gobierno progresista de izquierdas. Ni ellos ni los demás dirigentes de sus partidos podrán justificar el bochornoso espectáculo que han dado durante las últimas semanas y que ha llevado a que, tres meses después de las últimas elecciones generales, la posibilidad de tener que convocar otras en noviembre esté más presente que nunca. Ya pueden ponerse a trabajar para evitarlo».


Cinco meses de no negociaciones

Un mes y medio después, ese párrafo podría servir para iniciar de nuevo esta columna, porque está de plena actualidad, y sólo habría que cambiar dos palabras: donde pone «tres meses» habría que escribir «casi cinco meses». Es decir, que los dos protagonistas principales de esta historia, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, han perdido otro mes y medio más sin negociar de verdad, mirando más lo que les interesa a ellos personalmente o a su partido que a la ciudadanía en general. En total, desde las últimas elecciones generales han transcurrido casi cinco meses de supuestas negociaciones en los que apenas ha habido negociación. ¿Y así quieren que la gente vuelva a votar masivamente?

Algunos periodistas y tertulianos especializados en los asuntos del Gobierno -y otros que hablan como si fueran especialistas en ese y cualquier otro tema, pero cuya único fundamento para analizar la vida política es lo que leen cada día en los periódicos antes de situarse delante del micrófono o las cámaras de televisión- dicen que el presidente en funciones, Pedro Sánchez, sigue a rajatabla los consejos que recibe del jefe de su gabinete, el consultor político Iván Redondo. Y dicen que éste es partidario de convocar otras elecciones generales y por eso el presidente ha dejado pasar los meses sin hacer demasiados esfuerzos para negociar con el líder de Podemos, Pablo Iglesias.

Aunque fuera así, e Iván Redondo fuera el más firme partidario de otras elecciones, en el caso de que sean convocadas el responsable máximo será Pedro Sánchez. Y quienes decidan no votar, porque ya están demasiado hartos, no castigarán con su abstención al todopoderoso asesor de Sánchez sino a la vida política española y a la democracia. Porque otras elecciones serían un fracaso de la actividad política, con independencia de que unos políticos tengan más responsabilidad que otros.

«Unos por otros, y la casa sin barrer»

Si algo se ha visto en los últimos meses es que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tienen diferencias no solo políticas sino también personales. La historia juzgará quién de ellos tiene más responsabilidad en este probable fracaso político, pero algo ya está claro: el presidente en funciones es quien recibió el encargo del rey Felipe VI de formar Gobierno y no ha conseguido de otros partidos los apoyos necesarios para ello; y el líder del partido morado ha aparecido demasiado interesado en conseguir sillones ministeriales pero, cuando le ofrecieron una vicepresidencia y tres ministerios, dijo que no porque le parecían carteras con poco peso. Ya lo dice el refrán: «Unos por otros, y la casa sin barrer».

¿Podría gobernar Pedro Sánchez con estabilidad sólo con los 123 escaños del PSOE en el Congreso? ¿Es imprescindible que cuente con ministros de Unidas Podemos en su gabinete? ¿Debe entrar en el Gobierno el partido de Iglesias, con el riesgo de verse obligado a no criticar las decisiones y acuerdos que no comparta porque entonces también serán decisiones y acuerdos adoptados por sus ministros? ¿Debería negociar y apoyar un programa para la legislatura sin entrar en el Consejo de Ministros? ¿Puede pedirle el presidente al partido morado un apoyo a la investidura y un pacto de legislatura a cambio de nada? En la votación de investidura, ¿deberían abstenerse el PP o Ciudadanos para que Sánchez sea presidente sin necesitar el apoyo de los nacionalistas e independentistas?

Estas y otras preguntas están en el aire y cada uno de ellos debería saber qué respuesta dar. Quien parece tenerlo muy claro es el PP, porque Pablo Casado y los demás dirigentes de su partido aseguran desde hace tiempo que Pedro Sánchez sólo quiere otras elecciones -aunque los socialistas lo niegan siempre- y que ya está en precampaña electoral. Y lo repiten una y otra vez, aunque se les pregunte por algo que no tiene relación con eso. Ya se sabe, es esa técnica consistente en que te preguntan «¿dónde vas?» y respondes «manzanas traigo». Y quizá hasta les pueda dar buenos resultados, quién sabe, aunque canse mucho a quien les escucha repetirlo tantas veces cada día.

El electorado habló el pasado 28 de abril y dijo que el PSOE, que ganó las elecciones, debía entenderse con las fuerzas políticas progresistas para gobernar. Pero los responsables de llevar a la práctica ese mandato no han sido capaces de ponerse de acuerdo para cumplirlo. ¿Qué ocurrirá si en unas probables elecciones del 10 de noviembre se produce un resultado similar, con unos cuantos escaños más o menos para cada partido pero también con la obligación de negociar por falta de una mayoría absoluta? ¿Volverán a convocar elecciones hasta que salga el resultado que ellos quieren?

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