jueves, 25 de abril de 2024
10/01/2013junio 13th, 2017
César del Río César del Río

«¡No me lo puedo creer!». Esa fue la reacción de la monja talaverana cuando la llamaron, a principios de diciembre de 2012, desde la Fundación Real Madrid después de estar prácticamente cinco años escribiendo cartas porque quería dar una alegría sus chicos.


Una «blanca» Navidad la que deseaba que vivieran.

Avisada desde recepción, cogió el auricular del teléfono del Hogar San José de la Montaña, en Barcelona, y, «muerta de risa» (la persona que tenía al otro lado del teléfono, una de las encargadas de gestionar todo lo referente a la Fundación del club blanco, no salía de su asombro por el talante positivo que le transmitía) le dijo a quien le escuchaba que entendiera lo de sus risas, «pero es que yo aquí, en territorio comanche… ¡Pero si hasta he convertido a algunos niños al Real Madrid!».

Carcajadas generalizadas entre ambas, claro.

Paloma García del Río es nuestra protagonista del último cuento de Navidad de esta semana. Ahora que se han acabado y que todo parece regresar a la normalidad.

O madre Paloma. Merengue, como bien han entendido, hasta más no poder. 39 años, de los que los últimos 14 han transcurrido en la capital catalana. Ella es una de las 19 Madres de Desamparados y San José de la Montaña que están al cuidado de 60 menores, el más pequeño tiene dos años, cuya tutela la ostenta la propia Generalitat.

Lo único que pedía nuestra monja «yeyé» del siglo XXI era que un club poderoso como el Real Madrid colaborara con ellas. Y lo hizo de buen gusto, todo hay que resaltarlo.

Porque la Fundación no sólo se puso a su disposición para enviarles cuanto material fuera necesario para los chavales, sino que hasta el propio presidente, Florentino Pérez, le mandó una fotografía con dedicatoria incluida a la madre Paloma.

O Paloma a secas, por qué no.

Ella le había remitido antes una imagen… ¡De la figura de una monja vestida con la bufanda del Real Madrid que unas amigas suyas le habían regalado en una de sus visitas a Talavera! La figura representa a Paloma, claro.

Al final el cuento tuvo el final esperado.

Porque desde la entidad blanca les enviaron cuatro cajas para disfrute de los niños y las niñas: dos de ellas repletas de muñecas Monster High, que parece que es una de las últimas debilidades de las más pequeñas; otra caja llena de camisetas de Íker Casillas y de bufandas, gorras y pantalones del club; y una cuarta caja con equipaciones completas del Real Madrid para todos los chavales.

Un club con señorío en los despachos.

Mientras, en Barcelona la Madre Paloma seguía tronchándose de risa, pero porque había cumplido su objetivo.

Que no era otro que iluminar la cara de 60 niñas y niños.

Una vez más.

Por cierto, la monja ye-yé, para más señas, es periodista. Olé.

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