lunes, 29 de abril de 2024
15/12/2011junio 14th, 2017

In Memoriam.

Francisco Javier Redondo Zúñiga, un policía, un amigo.


Tengo ante mí la felicitación navideña de Javier Redondo, llegó ayer, el mismo día de la noticia de su muerte. En ella, utilizando una cita de Platón: «No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad», me desea a mí y a mi familia feliz navidad y un venturoso 2012, y termina con un abrazo. Es extraño, la felicitación se ha convertido, sin ser ese su propósito, en una despedida; y el destino nos demuestra, una vez más, que es capaz de sorprendernos con giros sorprendentes.

Yo no debería estar escribiendo estas palabras, ni Javier Redondo debería haber muerto. No todavía. No así. Le quedaba por delante culminar una brillantísima carrera profesional, y le quedaba por recibir enormes cantidades de cariño y afecto de Lourdes, de sus hijos, de sus amigos y de sus compañeros. De las escasas certezas que existen la más cierta es la de la muerte; sin embargo, es la que más desconcierto y perplejidad nos proporciona cuando aparece.

He tenido la suerte de cruzarme en mi camino con Javier. He podido conocer a una persona íntegra que amaba su profesión. Si existiera un patrón, un molde, sobre cada una de las profesiones que existen, el prototipo de policía lo encarnaría mejor que nadie Javier Redondo. Riguroso, leal, exigente, comprometido, trabajar con él durante el tiempo que fue Jefe Superior en Castilla-La Mancha supuso un honor y un privilegio, y el inicio de una amistad desinteresada, que es como deben ser las amistades.

Si los recuerdos son los asideros de la identidad, una parte de la mía se aferra a los momentos compartidos con Javier. Cuando se viven con una persona momentos de tensión, de una gran responsabilidad –la cumbre de ministros JAI en Toledo fue uno de ellos-, y se hace desde la más absoluta lealtad, lealtad que consiste en que cada uno asume plenamente su responsabilidad, y tienes la certeza de que, pase lo que pase, el «otro» no te va a fallar, es cuando surge ese vínculo que te permite disfrutar de tu trabajo a pesar de las dificultades.

En algunas novelas aparecen policías que pase lo que pase, sean cuales sean las circunstancias que les ha tocado vivir, se empeñan con una especie de tenacidad, propia de grandes misiones, en cumplir con su obligación de policía, en hacer bien su trabajo, pese a quien le pese, cueste lo que cueste, porque en esa actitud reside la esencia de una vocación: la de policía. De esta clase era Javier Redondo, un leal y gran servidor público.

Máximo R. Díaz-Cano del Rey. Delegado del Gobierno de España en Castilla-La Mancha. En funciones.

(Visited 23 times, 1 visits today)