El autor admite que siente una "envidia sana" al ver cómo los autoridades francesas se han puesto de acuerdo para rehabilitar el Sena (en el que desde hacía un siglo estaba prohibido el baño) con vistas a su uso en los Juegos y después de los mismos, a diferencia del Tajo, especialmente a su paso por Toledo, imagen pública y diaria de la "espuma del progreso"