viernes, 3 de mayo de 2024
27/10/2016junio 7th, 2017
Mar G. Illán Mar G. Illán

El PSOE se ha enfrentado a su decisión más difícil: elegir entre sus dos almas para tomar un camino que a corto plazo solo beneficia al PP, aunque a medio y largo pueda salvar la vida a los socialistas.

Ya está. A lo hecho, pecho, que diría la sabiduría popular. Los miembros del Comité Federal del PSOE, que tenían que elegir entre dos males para sus intereses y su idiosincrasia, han decidido escoger lo que pide la mayoría del país, que no haya tercera elecciones.


Era también la tesis de la mayoría de sus dirigentes, desde luego de los que gobiernan, pero la peor opción a la vista de sus militantes. En cuanto a sus votantes, se dividen entre poner fin al bloqueo político en España y permitir que haya gobierno para poder ser una dura oposición; o negar al PP y a Mariano Rajoy el pan y la sal, aunque sea a costa de poner al PSOE al borde la desaparición y en la irrelevancia política si tienen que pasar por las urnas una tercera vez en un año.

Es evidente que entre los más de 5 millones de votantes que le quedan al PSOE (¿alguien ha pensado en preguntar qué dicen los otros 5 millones que ha perdido?) hay una división entre que gobierne Rajoy y al día siguiente empezar a hacer una oposición que arranque compromisos al PP más débil conocido o morir dignamente en unas terceras elecciones.

Las dos almas del PSOE, la más moderada y la que se sitúa más a la izquierda, de nuevo enfrentadas. No es la primera vez y seguramente no será la última. De todas las anteriores el PSOE salió convertido en partido de gobierno. Eso sí, tras travesías dolorosas que se dejaron por el camino figuras históricas y posturas antes consideradas inquebrantables.

Cada vez que el PSOE ha tenido que mover una de sus líneas rojas ha venido la catarsis, la división, las acusaciones de traición a las esencias y retrocesos electorales, que siempre fueron superados. De nuevo se abre ante los socialistas una etapa de «trabajo, sangre, sudor y lágrimas», parafraseando a Winston Churchil.

De momento todos son frentes y ninguno fácil ni rápido de solventar: mantener o romper la disciplina de voto en la investidura, coser el Grupo Socialista y el partido, abordar la cuestión catalana con una postura sensata y que incluya al PSC, evitar el sorpasso e impedir con hechos que Podemos abandere la verdadera oposición al PP… La lista puede extenderse mucho más, sin duda.

Su única salvación vendrá si de vuelta al trabajo político y de oposición, el PSOE se va reencontrando con su militancia y su electorado a base de torcer las políticas más conservadoras y criticadas al PP por el centro y por la izquierda. La resolución aprobada deja claro por dónde se va a empezar, pero antes de ser oposición vendrá la investidura, otro punto de inflexión difícil para los socialistas y otro momento más para vivir en directo cómo sangran sus heridas.

El tiempo las cerrará, si es que se cierran. Y será el tiempo, juez implacable, quien decida si los dirigentes que han apostado por la abstención estaban en lo cierto y eligieron el menor de los dos males.

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