sábado, 27 de abril de 2024
26/01/2017junio 6th, 2017
Mar G. Illán Mar G. Illán

Condenados a entenderse, porque la otra opción es peor para ambos, PSOE y Podemos han anunciado públicamente lo que era un secreto a voces, que hay acuerdo para la aprobación de los Presupuestos Generales de la Junta para 2017, con el apoyo del partido morado. Se veía venir y llegó.

Cuatro meses después de romper el acuerdo político por “incumplimientos” y por “vergüenza”, Podemos vuelve al carril de la concordia con el PSOE por el camino habitual, pedir que les aprueben un plan con marcado acento social y mantener su coletilla de que en realidad estamos muy lejos y somos muy diferentes, cosa que es cierta, pero que no evita que ambos partidos en esta legislatura estén condenados a entenderse y que, de hecho, más tarde o más temprano, se entiendan.


El consejero de Hacienda, Juan Alfonso Ruiz Molina, y el portavoz de Podemos en las Cortes de Castilla-La Mancha, David Llorente, anunciaron el lunes 23 de enero que las partes habían alcanzado un acuerdo para sacar adelante las cuentas públicas regionales de este año, toda vez que el Gobierno de CLM ha aprobado y dotado con 119 millones de euros el Plan de Garantías Ciudadanas que había pedido Podemos.

“Sabemos que hay mucho de teatro” decían en el PP cuando hablaban en privado sobre la ruptura del pacto en Castilla-La Mancha. Y suponían que la “reconciliación” no se haría rogar mucho una vez que empezara el año. Ha llegado incluso antes de lo que entraba en alguno de sus cálculos.

La realidad es tozuda y se impone.

El PSOE nunca dio el pacto por roto, ni en público ni en privado. El PP nunca lo creyó realmente finiquitado -como mucho averiado-, pero disfrutaba del ruido y aprovechaba los acuerdos parlamentarios con Podemos que dejan al PSOE en minoría y contra las cuerdas en el parlamento regional. Podemos quiso hacer creer y escenificó que el pacto había saltado por los aires, pero no logró ser convincente del todo. La sensación de que el desencuentro obedecía más a razones de política nacional que regional y la previsión de que las aguas no tardarían en volver a su cauce siempre han estado sobre la mesa en la mayoría de las conversaciones sobre el asunto.

Y es que no hay otra, por lo menos “otra” que no lleve prácticamente al suicidio a quien siga el camino del cerrojo político, cuyas primeras y últimas consecuencias pagan siempre los ciudadanos, especialmente los más débiles.

Es evidente para cualquier observador que PSOE y Podemos no son lo mismo y esto es claramente visible en Castilla-La Mancha, donde los socialistas son proclives al centro político y están acostumbrados a ganar pescando en los caladeros de la derecha.

Más allá de lo que interesadamente se diga, hay que estar muy lejos de la realidad para decir que Emiliano García-Page y José García Molina son lo mismo, se parecen o cualquier conclusión similar. Ni para sus adversarios ni para sus votantes cabe posibilidad de error. No cabe la confusión entre ambos, ni siquiera podría hacerse un “parecido razonable”. No hace falta forzar el guión para demostrarlo. Y no resulta creíble cuando se hace.

Tan cierto es que PSOE y Podemos tendrán que entenderse a lo largo de estos años, al menos hasta 2018, como que cualquier entendimiento -ya sea de investidura o de presupuestos o cualquier otro- no anula las diferencias ni las tensiones ni las ganas que se tienen entre ellos.

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