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sábado, 13 de septiembre de 2025
Tiendas de toda la vida en el casco de Toledo. Foto: Rebeca Arango.
Tiendas de toda la vida en el casco de Toledo. Foto: Rebeca Arango.
Pescaderos, floristas, estanqueros... - 13 septiembre 2025 - Toledo

Las tiendas de toda la vida, aunque a menudo, nos pasen desapercibidas, siguen siendo uno de los espacios que más esencia y carácter dan al Casco Histórico de Toledo, pese a que los tiempos no sean fáciles. Y es que son esos comercios que nos recuerdan que también son parte importante de una ciudad patrimonio en su paisaje urbano y en su paisaje humano.

Hacemos once nuevas paradas en algunas de ellas y conocemos de primera mano la calidez que desprenden las personas que las llevan.


Tiendas de toda la vida a pie de calle en el corazón de Toledo

Bordados Velasco

Comenzamos con Bordados Velasco, la típica tienda de postal, tanto en su fachada como en su interior. Fue en el año 1960 cuando Henar Velasco llegó junto con su marido desde Villasequilla a la ciudad y compró un local para crear este pequeño y artesanal negocio, que lleva ahora, desde hace 10 años, con toda la ilusión posible, su hija Henar Díaz Velasco.

Nos explica amablemente que la primera generación era «eterna» y que «mi madre vivía exclusivamente de bordados», y ella ahora ha variado un poco el negocio.

Henar Velasco, en su tienda de bordados. Foto: Rebeca Arango.

Henar Velasco, en su tienda de bordados. Foto: Rebeca Arango.

«El comercio ha cambiado. Antes, en las viviendas, había ajuares, multitud de juegos de sábanas, variados manteles y en bordado». Y actualmente se ha tenido que decantar más por ropa para bebés y trabajos más particulares…. Su madre vivía exclusivamente del negocio del bordado, de ese trabajo artesanal y cuidado que llenaba de una riqueza inmaterial tantas casas hace años..

Calle Alfonso X El Sabio, 4.

El Uniforme

Ana María García Escalera regenta El Uniforme desde hace 25 años. Este pequeño y acogedor local, tiene 106 años de vida, y fue explotado por cuatro generaciones de una familia. Cuando Antonio Gutiérrez, el último del clan como comerciante, decidió dejarlo, tuvo muy claro que le gustaba como trabajaba una jovencísima y decidida Ana María y a ella le dejó el testigo.

«Uniformar empresas: de riesgos laborales, industria, colegios, centros dentales, banca, congregacios y grupos musicales (bandas de pueblos)…», en todo ello consiste este comercio, que, como todos ha sufrido una transformación.

Ana María García, en su tienda El UNiforme. Foto: Rebeca Arango.

Ana María García, en su tienda El Uniforme. Foto: Rebeca Arango.

«Antes todo el mundo venía al comercio y ahora soy yo la que visita al cliente», explica con la gran energía que impregna en los demás. También remarca lo fiel que es su clientela y que la va «ampliando anualmente, me pongo objetivos».

Hago un trato muy personalizado, personas muy agradecidas. Lo pido, lo quiero. lo tengo es la compra digital (hay una decepción); aquí lo quiero, me lo llevo y me voy contento. Lo tocan y dicen ¡guau!», cuenta con alegría.

Para Ana María «en esta ciudad está desapareciendo; en otras ciudades (yo viajo mucho) el centro neurálgico es el casco y veo que solo en Toledo el pequeño comercio no tiene vida, aquí va desapareciendo todo. Solo es en Toledo donde percibio esta desidia por el pequeño comercio«.

Calle Tornerías, 18.

Estanco del Solarejo, número 2

El estanco más antiguo actualmente en el Casco Histórico es el del Solarejo, cuya titular es Marina Dulce (el apellido le hace justicia, es amabilísima) y es quien lo lleva junto con su marido, Salvador Lucas, buen y agradable conocedor del tema que nos ocupa.

Pasada la Guerra Civil, sobre el año 1941 o 1942, un capitán de la Guardia Civil se quedó con el permiso para montar un estanco que llevó durante años y en el que empezó a trabajar la madre de Marina. Luego ya se quedaron sus padres, sobre 1970 es cuando cogieron la licencia. Y así el matrimonio formado por Luis Miguel Dulce y Constanza Almoguera, sacó adelante el pequeño estanco, al que hicieron una cuidada reforma que se mantiene hasta hoy y por muchos años.

Luis Miguel Dulce y Constanza Almoguera, en su estanco. Foto cedida por la familia Dulce Almoguera.

Luis Miguel Dulce y Constanza Almoguera, en su estanco. Foto cedida por la familia Dulce Almoguera.

Para Marina, al igual que para la mayoría de los comerciantes, esto «ha cambiado mucho. Se ha diversificado mucho, incluso desde antes de la pandemia» y, con el paso de los años han ido ampliando y variando la oferta de ventase ha ampliado un poco lo que el negocio. Sí, estamos contentos con el negocio, dentro de lo que cabe.

«Ahora no tenemos barrio, todo se lo ha llevado el turismo. Hemos perdido mucha clientela fija que conocíamos de toda la vida, se han ido a vivier fuera o porque han fallecido y sus hijos se han ido…», lamenta, pero «nos mantenemos».

Marina Dulce y Salvador Lucas en su estanco.

Marina Dulce y Salvador Lucas en su estanco. Foto: Rebeca Arango.

Y «no nos queremos mover, es donde ha estado mi familia de toda la vida», cuenta con orgullo, «somos de aquí de toda la vida». Lo tienen muy claro tanto ella como Salvador, ambos personas entregadas y con gran cariño a su profesión, aunque son conscientes del problema que tienen los residentes, «no hay nada que le llame la atención, o poco, para el día a día», ya que perciben un excesivo enfoque al turismo.

Plaza del Solarejo, 2.

Florería El Jardín

Irene Martín-Maestre es la dueña de la floristería más antigua del casco, con unos 60 años de vida: Florería El Jardín. En 2023 se jubiló la anterior dueña, Alicia (que había trabajado con la primera propietaria). Fue ella la que tuvo muy claro que nadie había mejor indicado que Irene, que era florista, para coger el testigo.

La flamante y decididida propietaria actual dice que le «ha atrapado el Casco, aunque no soy toledana de pura cepa» y recuerda como anécdota que «sigue viniendo gente hablando de su ramo de novia que compró hace 50 años».

Irene Martín-Maestre, en su Florería El Jardín. Foto: Rebeca Arango.

Irene Martín-Maestre, en su Florería El Jardín. Foto: Rebeca Arango.

Cuenta que ahora «la gente tiene más cultura floral, tienes que estar más preparada para atender» y está contenta con la clientela, entre la que se encuentran vecinos del centromhistórico, y también «conventos, la Catedral…»

Respecto a los turistas, reconoce que «no compran mucho pero si son agradecidos y pasan y se hacen fotos» (y no es de extrañar, es un bellísimo rincón de la ciudad) pero «tengo más clientela, por suerte, de la zona, por lo que es el producto en sí».

Travesía de la Sal, 2.

Frutería Ángel

Ángel Villamor regenta desde hace 25 años la frutería ubicada en la calle Rojas. Esta misma se encontraba antes ubicada, desde hacía varias décadas, en la calle Aljibillos, muy cerca, y se llamaba Frutería Félix, tal y como se llamaba el hombre que llevaba el negocio.

Es allí donde el padre de Ángel trabajaba como asalariado y cuando Félix falleció dio el paso de quedarse con el negocio. Y su hijo continuó trabajando con él, aunque al poco tuvieron que cambiar de ubicación a la actual, hasta que decidió jubilarse (pese a que raro es el día que no está por la tienda), y ya le tomó el relevo hasta el día de hoy.

Ángel Villamor padre y Ángel Villamor hijo en su frutería.

Ángel Villamor padre y Ángel Villamor hijo en su frutería. Foto: Rebeca Arango.

Para Ángel «cada vez el Casco está más enfocado al turismo y todo se pone más difícil para que la gente pueda vivir en esta zona de la ciudad».

Calle Rojas, 3.

Panadería Leche y Pan

Francisco Ruiz Ruiz lleva desde hace más de 25 años la panadería Leche y Pan, en plena calle Tornerías. Es una pequeña y sencilla tienda que ofrece pan y bollería en pleno centro neurálgico de Toledo.

La madre de Francisco había estado trabajando durante muchos años  con la anterior dueña del negocio, que era una lechería, y cuando hubo que tomar el relevó no lo dudó y convirtió la tienda en panadería.

Francisco Ruiz, en su panadería. Foto: Rebeca Arango.

Francisco Ruiz, en su panadería. Foto: Rebeca Arango.

En el año 95, Francisco empezó a trabajar con su madre y hoy ya solo al frente hace balance del cambio que ha experimentado el comercio: «Ha cambiado mucho, ahora hay mucho turismo», y  «sigo teniendo clentes de vecinos, aunque algo menos».

Tornerías, 8.

Panadería San Cipriano

En la calle San Cipriano, lleva funcionando desde 1964 una de las panaderías más antiguas de la ciudad. Sagrario Ruiz la ha llevado durante unos 45 años y hace dos decidió jubilarse, quedándose con el negocio María José Morante. Ambas imprimen la alegría y entusiasmo necesarios en cualquier profesión que esté de cara al público.

Pero debemos remontarnos a algo más de una década para conocer los orígenes de este pequeño comercio. Los abuelos de Sagrario, Antonio Ruiz y Rita Martín, vinieron con toda su familia, desde Menasalbas a Toledo y alquilaron una panadería en la calle Descalzos (a escasos metros de la ubicación actual) en 1952.

Elías Ruiz en su panadería en la calle Descalzos. Imagen: cortesía de Toledo Olvidado.

Elías Ruiz en su panadería en la calle Descalzos. Imagen: cortesía de Toledo Olvidado.

Allí fueron saliendo adelante con el negocio y en 1964 pudieron comprar el edificio de San Cipriano, en el que está ubicado la panadería actual. El negocio sigió funcionando y llegó un momento en que los padres de Sagrario, Elías Ruiz y Daniela Martínez, tomaron el relevo, hasta que después les sucedió su hija.

«Ha cambiado mucho, pero hemos seguido resistiendo, pese a que la gente tiende a ir más a los supermercados. Siempre estamos poniendo todo nuestro interés en que las tiendas de barrio continúen», explica Sagrario. «Tengo muy buena clientela», además «el tema del pan es un tema de diario», explica Sagrario, y, por lo tanto, las grandes superficies, no hacen «el mismo daño».

Sagrario Ruiz y María José Almoguera en la panadería San Cipriano. Foto: Rbeca Aran

Sagrario Ruiz y María José Morante en la panadería San Cipriano. Foto: Rebeca Arango.

Y María José, la actual timonera de la tienda nos cuenta que «estaba buscando cambiar de estilo de vida y me daba mucha pena ver cómo las tiendas de barrio están desapareciendo».  Así que cuando se enteraron de que Sagrario se jubilaba, tanto a su marido como a ella les pareció una «idea estupenda» quedarse con la panadería.

Aclara que también «hay gente más joven, que están viniendo al casco» y es por ello que «estamos almondándonos a panes especiales, bebidas especiales….», ya que varía un poco lo que demandan.

Se muestra feliz ya que disfruta en «una tienda de barrio, en la que se conoce todo el mundo, te cuenta su historia. Es todo un encanto». Por ello lamenta que «es una pena que se esté perdiendo» el concepto de pequeño comercio, «ya que es la esencia de España».

San Cipriano, 5.

Pescadería Félix Arroyo

Félix Arroyo, junto con su mujer, Chus Orellana, lleva desde hace décadas la única pescadería superviviente de la calle Tornerías, también conocida por la calle de las Pescaderías, ya que no hace tanto estaba repleta de tiendas que se dedicaban a este negocio. Actualmente, es la única pescadería que ha sobrevivido al pasado al paso del tiempo en esta vía.

Desde principios de los 60 y hasta aproximadamente 1983/82 la pescadería estuvo ubicada en otro punto, un poco más arriba, en el mismo lado de la calle. Fue su padre, Félix, quien montó la tienda tras haber estado trabajando como mozo en una pescadería en la calle Banderas de Castilla (en Palomarejos).

Y en esos años se decidió a montar su propio comercio y, con buena vista, ya que «el barrio era pobre y el meollo de estaba en el casco histórico», lo hizo en el corazón histórico de la ciudad.

Cuando se jubiló, Félix que ya llevaba desde muy jovencito trabajando con su padre, le tomó el relevo y hasta hoy. Con su perseverancia y entrega, y siempre con la energía y alegría de Chus, han sacado el negocio adelante, aunque afirma de forma tajante que, en general, «ha ido a peor y esto tiende a la desaparición. Todo lo absorben los supermercados».

Félix Arroyo y Chus Orellana, en su pescadería. Foto: Rebeca Arango.

Félix Arroyo y Chus Orellana, en su pescadería. Foto: Rebeca Arango.

Asegura que «el ciudadano percibe el encanto del pequeño comercio, pero también la comodidad de las grandes superficies» y que, aunque «más o menos la clientela es fiel; logícamente, se va haciendo más mayor y va desapareciendo».

Por cierto, y como anécdota, Félix Arroyo padre y Pepe Ruz (padre de Rafa, el pescadero del mercado, con el que hablamos más adelante), coincidieron juntos como aprendices en la pescadería que tenía hace muchos años Paco el Andaluz, en Martín Gamero.

Tornerías, 7.

 

Mercado de Abastos

Ahora damos paso a tres de las míticas tiendas de alimentación que sobreviven y siguen dando pulso al espíritu del Mercado Municipal de Abastos de Toledo.

Carnicería Manuel del Arco

Manuel del Arco Gómez lleva 47 años al timón de la pequeña carnicería que lleva su nombre en el Mercado de Abastos. Hombre enérgico y activo, ofrece su servicio a un público que, reconoce, que «cada vez es más flojito, antes se vendía más».

Manuel del Arco en su pescadería. Foto: Rebeca Arango.

Manuel del Arco en su carnicería. Foto: Rebeca Arango.

No obstante, cree que, pese a todo, «no nos podemos quejar, ya que vamos tirando, como podemos»

Así mantiene su ilusión viva, y se despide con rapidez porque debe llevar personalmente un encargo y ya va con la hora justa.

No nos podemos quejar vamos tirando como podemos.

Charcutería Manuel Gaitán

Manuel Gaitán es simpatía y locuacidaz. Lleva trabajando 54 años,  de ellos 45 por su cuenta y ya podría estar jubilado, «pero me gusta el trabajo y aquí estoy».

Recuerda que empezó a trabajar en el mercado con tan solo aquí 14 años con el conocido charcutero Manuel, al que también se muestra muy agradecido. Y tras siete años se lanzó a montar su propia charcutería. Y así hasta hoy en un trabajo donde una de las cosas que enganchan es la relación con sus compradores, siempre «charlando, dialogando y gastando bromas».

Manuel Gaitán en su charcutería. Foto: Rebeca Arango.

Manuel Gaitán en su charcutería. Foto: Rebeca Arango.

Hace memoria de los comienzos y cuenta que «éramos 48 puestos en el 85, y en 1999 con Longinos Velasco, se metió el supermercado y quedaron ya 10 solo. Y ya con la reforma nueva, hemos quedado solo cinco».

Insiste en que «somos los supervivientes que hemos luchado aquí por la causa. Esto te tiene que gustar mucho. Es un trabajo que me encanta. Y estoy agradecido a la clientela de toda la vida, nos tiene un cariño muy especial».

Manuel recuerda que empezó a trabajar en el mercado con tan solo aquí 14 años con el conocido charcutero Manuel, al que también se muestra muy agradecido. Y tras siete años se lanzó a montar su propia charcutería. Charlando, dialogando y gastando bromas.

Lamenta que los pequeños comerciantes «estamos sufriendo cada vez más. Estamos muy considerados pero la gente se va a las grandes superficies. De aquí a unos años la gente se va a tener fuera del casco a comprar el pan. Como no lleguen algunas ayudas, el comercio pequeño tiende a desaparecer», aunque cree que «el supermercado de aquí algo va tirando».

Lo tiene muy muy claro: «Aguantamos los que llevamos muchos años y ya tenemos una clientela hecha».

Plaza Mayor.

Pescadería Rafa

Rafael Ruz regenta, junto con su mujer Raquel Albacete, la pescadería del Mercado de Abastos de Toledo. Su padre, Pepe, montó la pescadería en 1962, empezando una aventura en la que siempre le acompañó su mujer, Tere Jiménez. Rafa empezó en 1985, a trabajar en la pescadería junto a sus padres y a su hermano mayor, Pepe.

Pepe Ruz padre se había formado como mozo de pescadería en la que

«Estamos luchando por el trabajo, por el negocio», explica Raquel, quien se vino a trabajar con Rafa cuando suegros se jubilaron. Indica que «a la gente le gusta el pequeño comercio, por el trato personal, un trato diferente. Pero cada vez es mucho más difícil, cada vez hay menos negocio, menos tiendecitas pequeñas… Como pasa en muchos cascos».

La pescadería ha ocupado cuatro ubicaciones diferentes,  con todas las reformas que se han hecho en el mercado. «He estado en todos los extremos del mercado», cuenta Rafa entre risas.

Raquel Albacete y Rafa Ruz en su pescadería. Foto: Rebeca Arango.

Raquel Albacete y Rafa Ruz en su pescadería. Foto: Rebeca Arango.

Este matrimonio encantador y receptivo, reivindica, como sus compañeros, la importancia de la protección al pequeño comercio en el casco de la ciudad patrimonio.

Y es que, cuenta Rafa, «nosotros tratamos al cliente bien, de otra manera. Además le conocemos, intento hacer las cosas como si fuera a la familia». Y «no es que en las grandes superficies se trate mal al cliente», explica Raquel, «pero aquí lo tratas de otra manera. No tiene nada que ver, es más familiar. Además, cuando es tuyo el negocio, miras las cosas de otra manera».

Coincide Rafa con la opinión de que «hay gente joven que se viene a vivir al casco, a la que le gusta vivir en el casco, y esto se va se va renovando. Pero esa gente no quiere carencias. Y es que todos los locales se van quedando se van destinando al sector turístico«, lamenta.

Rafa pide que los Ayuntamientos miren más al pequeño comercio, que «no solo miren de cara al turismo. Si no, se va a hundir el casco y aquí no quedará nadie, como está pasando en algunas ciudades que he visitado».

No obstante, «al turista también le gusta el pequeño comercio», dice Raquel, y es que «también nos compran turistas, muchos extranjeros que repiten y ya hasta nos conocen. Y al turista también les gusta ver el pequeño comercio, no ver una ciudad muerta.. Como a mí me gusta ver cuando voy a otra ciudad».

Plaza Mayor.

Fotos | Tiendas de toda la vida del casco de Toledo que sobreviven en los nuevos tiempos

 

 

Rebeca Arango
Rebeca Arango

Madrileña, con profundas raíces asturianas, y licenciada en Ciencias de la Información, rama Imagen Visual y Auditiva, por la Universidad Complutense de Madrid. Especializada en fotografía de reportaje local y regional, ha desarrollado, y desarrolla, toda su vida profesional en Castilla-La Mancha, principalmente en Toledo.

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