Apenas 900 habitantes y una ubicación estratégica en el corazón de La Mancha han convertido a Puerto Lápice (Ciudad Real) en un destino turístico sorprendente. Su plaza mayor porticada, de aire cervantino, se ha consolidado como una de las más singulares de España. Un recinto cuadrangular con soportales de madera y balconadas blancas que recuerda al ambiente descrito por Cervantes en el Quijote.
El propio topónimo refleja su esencia como enclave de paso. «Puerto» alude al corredor natural que conecta las sierras en plena Mancha, utilizado desde tiempos antiguos como ruta hacia Andalucía, mientras que «Lápice» procede del latín lapis (piedra), en referencia a la abundancia de peñascos y suelos pedregosos de la zona. Un nombre que resume, en apenas dos palabras, la función histórica y el paisaje característico del municipio.
No en vano, en este pueblo situó el autor del Siglo de Oro el episodio en el que Don Quijote es armado caballero en una venta. Aquel vínculo literario ha marcado para siempre la identidad de Puerto Lápice, donde aún se conservan varias ventas históricas que durante siglos dieron descanso a viajeros y comerciantes que transitaban la ruta Madrid-Andalucía.
Su nombre más antiguo, Ventas de Puerto Lápice, evoca esa función de lugar de paso. De hecho, ya en época romana existieron aquí caminos y fortificaciones, y la tradición asegura que hasta el emperador Trajano se hospedó en la zona. En el siglo XVIII, Carlos III dotó al municipio de parroquia y juzgado, consolidando su importancia como enclave en el Campo de San Juan.
La Plaza Mayor, su joya de la corona
La Plaza Mayor es el auténtico emblema de Puerto Lápice. De planta rectangular, está rodeada por dos alturas de soportales de madera pintados en tono rojizo almagra, muy característico de La Mancha. En el centro se conserva una antigua noria, símbolo del aprovechamiento del agua en la vida cotidiana del pueblo.
El piso inferior luce una banca corrida blanca con respaldo de madera, pensada como lugar de encuentro y tertulia vecinal, mientras que la galería superior cuenta con balaustradas y un palco techado que recuerda a una casita manchega. Antiguamente, la plaza fue espacio de mercado donde arrieros y mercaderes ofrecían productos de todo tipo, desde alimentos hasta calzado.
Hoy, sigue siendo el corazón de la vida social: terrazas, bares y celebraciones llenan de actividad un entorno que conserva su esencia cervantina. En uno de sus laterales, azulejos decorados con escenas del Quijote recuerdan al visitante que aquí, más que en ningún sitio, la literatura y la tradición se funden con la historia.

Una de las ventas que aún quedan abiertas en Puerto Lápice
Molinos que evocan a Don Quijote
En lo alto del cerro conocido como ‘La Sierrecilla’ se alzan tres molinos de viento, inseparables de la iconografía manchega y de la obra cervantina. Sus siluetas blancas evocan el episodio en el que Don Quijote los confundió con gigantes, uno de los pasajes más célebres de la literatura universal.
Algunos de estos molinos han sido restaurados y pueden visitarse, mostrando al viajero la ingeniería tradicional que durante siglos permitió moler el grano aprovechando la fuerza del viento. Además de su valor histórico, ofrecen unas vistas privilegiadas de la llanura manchega, reforzando la imagen literaria que ha hecho de Puerto Lápice una parada obligada en la Ruta del Quijote.
Parada obligada
El conjunto que forman la plaza porticada, las antiguas ventas y los molinos convierte a este pequeño municipio en un auténtico icono cultural de Castilla-La Mancha, donde patrimonio, historia y literatura se dan la mano para ofrecer al visitante una experiencia única.
Hoy, Puerto Lápice sigue siendo un cruce de caminos, atravesado por la A-4 y la CM-42, lo que facilita la llegada de visitantes atraídos por la autenticidad de sus calles encaladas, la hospitalidad de sus vecinos y la fuerza de su tradición cervantina.
Este pequeño pueblo demuestra que La Mancha esconde tesoros capaces de sorprender. Su plaza porticada, sus ventas centenarias y su huella cervantina lo convierten en una parada obligada para quienes buscan descubrir la esencia de la región.