La funeraria activa más antigua de España (desde 1846) está en Toledo, sigue gestionada por la misma familia, en su quinta generación, ha atravesado epidemias y pandemias, y se ha adecuado al paso de los tiempos o se ha adelantado a ellos como sucedió con el crematorio, cuya licencia se cursó incluso un año antes de abrir el Tanatorio M-30 en Madrid.
La empresa funeraria más antigua de España
Se trata de la Funeraria San Román (Miguel de Cervantes, 4).
Todo empezó con el tatarabuelo y su servicio de conducción de cadáveres
El tatarabuelo de los hermanos San Román Águila era Julián San Román, quien puso en marcha, con apenas 22 años, un servicio de conducción de cadáveres al que fue primer cementerio municipal de Toledo, que se había inaugurado 10 años antes, en 1836.
En aquel entonces los entierros se hacían desde los domicilios hasta los camposantos, alejados de los centros urbanos, y se portaba el cadáver en andas o en carruajes. El joven Julián vio en esto lo que se llama nicho de mercado.
El segundo eslabón fue su hijo Benito y de él pasó a Mariano y luego a José María, padre de los propietarios actuales y «gran impulsor» de la empresa, según defienden sus hijos, además de un emprendedor que también entró en el sector de los seguros y en el transporte sanitario, un servicio completamente nuevo en la provincia de Toledo que continúa en la actualidad (Ambulancias Finisterre).
La funeraria más antigua de España está en Toledo, tras 176 años y cinco generaciones
Aunque el proyecto de crematorio en Toledo empezó a tramitarse en 1983 -un año antes de inaugurarse el de la M30- no abrió hasta 1999 y cuando lo hizo tenía muy poca demanda.
En el crematorio se construyeron nuevos columbarios junto a los que ya llevan más de 20 años, cada uno con su llave y con capacidad para varias urnas cinerarias.
Dentro de las instalaciones del crematorio, junto al cementerio de Toledo y al lado del tanatorio, se sitúa el ‘Patio del recuerdo’, un pequeño jardín donde los familiares que han incinerado pero no quieren llevarse, enterrar o esparcir las cenizas pueden depositarlas. Y, si lo desean, pueden instalar en la pared del patio una pequeña placa con los datos del fallecido y llevar flores, como a menudo sucede.

Detalle de un muro con placas de personas fallecidas en el cementerio de Toledo. EFE/Ángeles Visdómine.
Con motivo del 175 aniversario de esta funeraria en 2021, el historiador Rafael del Cerro recibió el encargo de escribir un libro en el que detalló la génesis de la empresa y los antecedentes sanitarios y de legislación que había en aquel momento pero también numerosos aspectos sociales vinculados a las pompas fúnebres.
Los precios de los servicios contratados, la evolución de carruajes a coches fúnebres y el lenguaje de las esquelas son algunos aspectos destacados en el libro de esta familia que inició su trayectoria empresarial en un momento en el que también nacieron otras funerarias en vatias ciudades de España, aunque la toledana ha logrado mantenerse con actividad.
Un poco de más historia
Fue en el número 11 de la calle de la Sal, donde Julián San Román fundó la Funeraria San Román. Lo hizo en su propia vivienda particular y, cuando solo era un joven zapatero de 22 años, supo adelantarse a los demás para cubrir una nueva necesidad: trasladar en carruaje los cadáveres desde los domicilios hasta el antiguo cementerio municipal de Toledo.
Ahora, después de 179 años de trayectoria ininterrumpida y con la quinta generación al frente del negocio, la compañía puede presumir de ser la funeraria más antigua de España y una de las empresas familiares más longevas del país. Se trata de un grupo empresarial con 440 empleados dedicado no solo a los servicios funerarios en una veintena de pueblos de Toledo además de la capital, sino al mencionado transporte terrestre sanitario y a la correduría de seguros, tanto de decesos como de otros tipos.
José María Román Gómez-Menor, el impulsor
Merece la pena subrayar de nuevo que el crecimiento y la diversificación del negocio fueron obra, en la última mitad del pasado siglo XX, de la visión empresarial, el sacrificio y el empeño personal de José María Román Gómez-Menor, padre de los actuales responsables y bisnieto del fundador. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales decidió condecorarle en 2001 con la Medalla al Mérito en el Trabajo.