Antonio Serrano lleva meses entre antiguas bodegas, algunas casi derruidas, buscando rescatar del olvido y una segura ruina, tinajas centenarias con un valor incalculable para la enología. Como un arqueólogo del vino, busca grandes tinajas de barro fabricadas en su Villarrobledo natal hace más de 100 años con objeto de recuperarlas del abandono para, en un futuro próximo, darles una nueva vida elaborando vinos como hicieran sus abuelos, ambos enólogos.
«Esto es arqueología emocional,» afirma Serrano. «No busco solo rescatar tinajas, recupero historia, la forma de hacer vino de mis abuelos, que ya elaboraban Airén en tinajas fabricadas por los mismos alfareros, con la misma tierra en la que se cultivan nuestros viñedos. Cada una de esas tinajas es un testimonio de cómo se entendía el vino antes de que llegara el hormigón y el acero inoxidable«.
Guardián de tinajas centenarias
El proyecto, bautizado como «guardián de tinajas centenarias», es un ejercicio de rescate patrimonial que aúna arqueología rural, tradición familiar y viticultura consciente. Antonio no solo quiere recuperar las tinajas: su intención es levantar una bodega al estilo antiguo, donde el barro, la gravedad y el tiempo vuelvan a ser los grandes protagonistas del vino junto a la variedad Airén y cencibel.
Hoy, ese vínculo con el barro no es solo memoria: es presente. Antonio Serrano elabora ya varios de sus vinos en tinajas, como Airén Las Marianas, Cerro Pasaconsol y Etiqueta Negra, recuperando así una forma de vinificación ancestral que aporta pureza, textura y autenticidad. Su trabajo demuestra que tradición y técnicas actuales de elaboración no son opuestas, sino aliadas en la búsqueda de identidad.
Esta iniciativa no solo preserva técnicas casi desaparecidas, sino que también pone en valor la riqueza cultural y material de Villarrobledo, territorio de alfareros y viticultores. El barro, lejos de ser pasado, se convierte aquí en futuro.