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martes, 25 de noviembre de 2025
Imagen exterior del Parador de Manzanares
Imagen exterior del Parador de Manzanares
A medio camino entre Madrid y Andalucía - 25/11/2025 08:21 - Ciudad Real

A finales de los años veinte, cuando los coches comenzaban a conquistar las carreteras españolas y viajar se convertía en una aventura moderna, los arquitectos Carlos Arniches y Martín Domínguez intuyeron que algo estaba cambiando. Los llamados autoturistas, aquellos viajeros que empezaban a recorrer el país al volante, necesitaban un lugar donde detenerse, descansar y continuar ruta. De aquella mirada adelantada a su tiempo surgiría una idea que transformaría la manera de viajar en España.

En ese contexto, Manzanares se convirtió en el enclave perfecto. Situado a medio camino entre Madrid y Andalucía, y atravesado por la histórica carretera de Andalucía, el municipio era un punto estratégico para quienes realizaban largos viajes hacia el sur del país. La localidad reunía las condiciones ideales para acoger un espacio pensado para el descanso del viajero, justo en un tramo donde las jornadas al volante podían hacerse especialmente largas.


En 1931 abrió en Manzanares el primer albergue de carreteras del país, un concepto entonces revolucionario que seguía la estela del primer motel del mundo, inaugurado solo seis años antes en California. El establecimiento manchego nació para dar servicio a una red de carreteras en expansión y a un turismo que crecía al ritmo de la modernización del país.

Rompió moldes desde el primer día. En una España donde la tecnología aún llegaba con cuentagotas, este albergue incorporó mobiliario importado difícil de ver incluso en las grandes ciudades: frigoríficos de General Motors, cabinas telefónicas estadounidenses o colchones procedentes del Reino Unido. Para el viajero, aquello suponía un salto de confort inesperado. Hoy, en la parte trasera del edificio, todavía se conserva su estructura circular original, un vestigio del diseño que delata el espíritu innovador con el que nació.

Casi un siglo después, aquel albergue pionero es el actual Parador de Manzanares, un espacio que ha sabido fusionar su historia con una estética plenamente castellano-manchega. Con amplios jardines, piscina, zonas de recreo y una arquitectura que recuerda a las casas tradicionales de la región, el Parador se presenta como un refugio en pleno corazón de la provincia.

Su ubicación permite asomarse a algunos de los enclaves naturales más importantes de España, como las Lagunas de Ruidera, las Tablas de Daimiel o el Parque Natural de Cabañeros. Tres espacios emblemáticos que convierten a este Parador en un punto de partida perfecto para quienes buscan naturaleza, calma y paisaje.

La casa castellana que alberga el establecimiento mantiene balcones de madera, jardines amplios, zona de juegos para niños y servicio de alquiler de bicicletas. Su restaurante reivindica la esencia culinaria de La Mancha, con platos como migas del pastor, paletilla de lechal manchego, tiznao de bacalao o pisto manchego.

Desde allí, además, es fácil adentrarse en algunos de los pueblos más singulares de la provincia. En apenas media hora se llega a Almagro, con su Plaza Mayor porticada y el único corral de comedias del siglo XVII que sigue en funcionamiento. También están a un paso Tomelloso, Daimiel, Argamasilla de Alba o Valdepeñas, donde se entrelazan tradición, cultura y patrimonio.

Casi cien años después de su inauguración, este lugar sigue siendo un símbolo de la evolución del turismo español. Nació para recibir a los primeros viajeros en coche y hoy continúa ofreciendo descanso, historia y naturaleza a quienes cruzan La Mancha por carretera. Un edificio que fue pionero y que, sin perder su identidad, permanece como testigo de un tiempo en el que viajar por España comenzaba a ser un sueño posible.

Carlos Monteagudo
Carlos Monteagudo

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, con diez años de experiencia en el oficio. Defensor del periodismo de provincias, de las tradiciones y de la vida en los pueblos, con un firme compromiso en la lucha contra la despoblación. Manchego de corazón, apasionado de su gastronomía, su cultura y su idiosincrasia.

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