La escasez de agua en La Mancha no es un fenómeno actual. Hace más de 4.000 años, en plena Edad de Bronce, sus habitantes ya lidiaban con un clima árido y una severa falta de recursos hídricos. Prueba de ello es la Motilla del Azuer, a medio camino entre Daimiel y Manzanares, donde se conserva el pozo más antiguo documentado en la Península Ibérica. Excavado a más de 16 metros de profundidad, este pozo formaba parte de una compleja estructura defensiva y de gestión del agua que demuestra cómo, incluso en aquella época, las personas que habitaban la zona desarrollaron soluciones para sobrevivir en un territorio marcado por la sequía.

La Motilla del Azuer en la inmensidad de la Llanura Manchega
Este impresionante yacimiento arqueológico ha sido excavado desde hace más de treinta años por el equipo del profesor Luis Benítez de Lugo, de la Universidad de Castilla-La Mancha. Los trabajos han sacado a la luz una fortificación única en el panorama europeo: una serie de muros concéntricos de tapial, con una torre central que albergaba el pozo y espacios adyacentes dedicados al almacenamiento de grano, talleres y zonas de tránsito.
En torno a la motilla se extendía un área habitacional donde vivían decenas de personas que gestionaban los recursos comunes y defendían el acceso al agua.
El pozo central no era solo una solución técnica, sino también una garantía de supervivencia en una época caracterizada por la escasez del agua. Diversos estudios paleoclimáticos indican que entre los siglos XXII y XV a.C., el suroeste europeo atravesó una fase de aridez extrema, con escasas precipitaciones y largos periodos de sequía. La construcción de este tipo de asentamientos respondería a una estrategia de adaptación al entorno, donde el agua se convirtió en un bien escaso, valioso y controlado.
La Motilla del Azuer es visitable mediante cita previa, lo que permite al público general adentrarse en una construcción que parece sacada de otro mundo. Desde lo alto de sus muros, asomarse al fondo del pozo es un viaje al pasado y un recordatorio de que el agua ha sido siempre el mayor desafío de La Mancha y que hace ya milenios, sus pobladores supieron enfrentarlo con ingenio, cooperación y resiliencia.