Entre los Montes de Toledo y el Parque Nacional de Cabañeros, pasando por el Valle de Alcudia y Sierra Madrona, se extiende la que muchos consideran la «milla de oro» de la caza en Europa. Las provincias de Ciudad Real y Toledo se han consolidado como el epicentro de un negocio que mueve alrededor de 630 millones de euros al año en Castilla-La Mancha y genera alrededor de 23.000 empleos en una comunidad que cuenta con siete millones de hectáreas destinadas a la actividad cinegética, principalmente a la caza menor de perdiz roja y a las monterías de venado y jabalí.
El atractivo de esta zona radica en su proximidad a Madrid, lo que la convierte en refugio de ocio para grandes fortunas y familias aristocráticas, pero también en la riqueza de sus ecosistemas y la tradición venatoria que se transmite de generación en generación. A todo ello se suma una infraestructura discreta pero eficaz, como aeródromos privados, helipuertos y accesos directos por autovías y tren de alta velocidad, que facilitan la llegada de los cazadores de élite.
Toledo y Ciudad Real, epicentro del lujo cinegético
En la provincia de Toledo, nombres propios de la economía y la aristocracia se reparten algunos de los cotos más emblemáticos. El empresario Juan Abelló posee varias fincas en Los Yébenes: Las Navas, Los Robledillos y Torneros, además de su predilecta, El Lobillo, en el término municipal de Alhambra (Ciudad Real). En Polán se encuentra La Ventosilla, donde se celebró en 1880 la primera gran cacería de perdices en España, organizada por el conde de Teba con la presencia del rey Alfonso XII.
Otras propiedades relevantes se localizan en Hontanar, como Ciguiñuelas (de los Sainz de Vicuña), Muelas (de la marquesa de las Claras, Begoña Alzaburu) o El Maíllo (de la familia Comenge). También destaca El Castañar, en Mazarambroz, con su palacio declarado Bien de Interés Cultural, donde además de monterías se han celebrado actos de conservación de la naturaleza, como la suelta de linces ibéricos en presencia de la reina Sofía.

Palacio de El Castañar, declarado BIC
La provincia de Ciudad Real concentra igualmente fincas de referencia internacional. En Retuerta del Bullaque, el duque de Calabria fue propietario de La Toledana, y el empresario Juan Miguel Villar Mir adquirió La Salceda tras comprarla a Mario Conde. En la misma zona, la familia Cortina controla Vallegarcía, vinculada a la producción vinícola, mientras que Alberto Cortina es dueño de Las Cuevas, dentro del Parque Nacional de Cabañeros.
En Fuenllana, José Manuel Landaluce gestiona El Crespo, uno de los cotos de perdiz más prestigiosos, mientras que en Luciana se alza El Castaño, propiedad de la familia Botín, considerado uno de los mejores aeródromos privados del país. Muy cerca se encuentra Santa María, finca de Ana Botín, de 3.000 hectáreas.
Pero si hay una propiedad que simboliza el lujo cinegético es La Garganta, en Fuencaliente, con más de 15.000 hectáreas. Propiedad de la familia Cavendish, duques de Westminster, ha recibido a figuras como el príncipe de Gales, los príncipes Guillermo y Enrique o la familia real monegasca. Sus instalaciones incluyen desde helipuerto y viviendas palaciegas hasta iglesia y hospital privado.

Vista aérea de parte de la Finca ‘La Garganta’
Un negocio heredado y en expansión
La afición por la caza ha pasado de ser una actividad de ocio en las élites a convertirse en un negocio de primer nivel. Muchos propietarios compaginan la caza con explotaciones agropecuarias o vinícolas, como en los casos de Vallegarcía o la Dehesa del Carrizal, y comercializan monterías y ojeos para clientes internacionales.

Finca Vallegarcía, ubicada en el término de Retuerta del Bullaque
En esta milla de oro castellanomanchega conviven la tradición y el lujo, la conservación de especies y la organización de jornadas cinegéticas que atraen a aristócratas, empresarios y banqueros de toda Europa. Un territorio donde, más allá de trofeos y pabellones de caza, se cierran negocios, se tejen alianzas y se refuerza la imagen de Castilla-La Mancha como capital europea de la caza de lujo.
Caza y conservación, un binomio clave para el medio rural
En Castilla-La Mancha, el sector cinegético no solo representa un motor económico de primer orden para el medio rural, sino que también cumple una función esencial en la conservación del entorno natural.
La gestión de las fincas y cotos permite el control de especies y la preservación de ecosistemas frágiles, al tiempo que contribuye a la prevención de grandes incendios forestales gracias al mantenimiento de dehesas, cortafuegos y pastos.
Además, la actividad cinegética genera miles de empleos directos e indirectos en las zonas más despobladas de la región, favoreciendo la fijación de población en pequeños municipios que viven gracias al sector.