En Valdepeñas hay un rincón donde la tradición huele a mantequilla, azúcar y chocolate. La Pastelería Pilar, con más de medio siglo de historia y casi tres décadas de vida en su actual ubicación de la calle Castellanos, fue reconocida con un ‘Solete’ por la Guía Repsol, un distintivo que solo obtienen aquellos locales con encanto y alma propia. Un reconocimiento que la coloca entre las mejores veinte pastelerías de España, ejemplo de cómo el oficio artesano sigue conquistando paladares.
Merendar en Pilar es como hacerlo en casa de una abuela que, además, es maestra pastelera. Las fotos antiguas, las vitrinas de madera con vajilla clásica y los tapetes de ganchillo envuelven el local en una atmósfera cálida y familiar.
Pero lo verdaderamente inolvidable está detrás del mostrador: sus palmeras de chocolate, que se han convertido en un auténtico icono de la repostería de la zona, crujientes y brillantes, con ese equilibrio perfecto entre hojaldre y cobertura. Quien prefiera un sabor más clásico puede optar por las tejas, las tartas de bizcocho o los hojaldres cubiertos de yema o trufa.
Desde 1996, Pilar ha mantenido intacta la esencia de una pastelería de barrio en la que cada dulce se elabora a mano, con mimo y con ingredientes seleccionados.

Fachada de la Pastelería Pilar
“Elaboramos nuestros productos de forma artesanal, con los métodos tradicionales y con los mejores ingredientes”, recuerdan desde el obrador. En sus vitrinas conviven los manoletes —una de las especialidades más típicas de Valdepeñas— con almendrados, tostadas de crema, bambas o tortas. En cada época del año hay algo especial: rosquillos en carnaval, torrijas en Semana Santa, nuégados por el Día de Todos los Santos o mantecaditos en Navidad.
El secreto de su éxito es sencillo: tradición, calidad y cercanía. Esa fórmula ha convertido a Pastelería Pilar en un referente más allá de Valdepeñas. Quienes la visitan no solo buscan un dulce, sino una experiencia.
Un trozo de historia que se saborea en cada bocado y que, ahora, con el “Solete” de Repsol, ve reconocido un trabajo que ha sabido unir pasado y presente, demostrando que las cosas bien hechas —como un buen hojaldre— siguen teniendo recompensa.

Logo de la Pastelería Pilar
