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jueves, 18 de abril de 2024
franco arzobispo de toledo Braulio Rodríguez, contra la eutanasia
Braulio Rodríguez, exarzobispo de Toledo. Foto - Rebeca Arango
afirma que la vida pública está "muy ideologizada" - 24 abril 2019

El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, ha instado a los políticos a que «se dediquen a servir al bien común, al bien de todos, respetando la liberad que nos da nuestra dignidad de seres humanos y reconoce, que no otorga, nuestra Constitución». Así se expresaba en su escrito semanal, un escrito en el que ha mostrado su deseo de que «todos seamos capaces de desterrar actitudes en la vida pública que en el pasado nos llevaron, antes de yo nacer, a una lucha entre hermanos, de consecuencias nefastas».

Según ha puesto de manifiesto, no hay que dividir a la sociedad entre los buenos y los malos, «siguiendo los impulsos de un maniqueísmo político que tiene el peligro de un reduccionismo inaceptable». En su opinión, los políticos tienen su importancia pero más la tiene la vida diaria de la «res pública», del bien común, de los «problemas realmente importantes». «Tengan respeto los representantes políticos por los ciudadanos y evitarán caprichos e ideologías que tal vez les interese solo a ellos», añadía.


Para el arzobispo de Toledo los ciudadanos no deben permitir que los políticos elegidos democráticamente entren en una lucha de personalismos, «de modo que ellos, elegidos para algo concreto, ocupen toda la espera de la vida política». Argumenta que esto tendría que ver más con una política partidista, «que no nos hace bien, sino que nos puede llevar a un liberalismo un tanto egoísta que no tiene en cuenta a los más desfavorecidos».

Braulio Rodríguez afirma que la vida pública está «muy ideologizada y con una violencia dialéctica exasperante, como hemos visto en la campaña electoral; parece haberse perdido esa unión de nuestro ser con la realidad, con la vida cotidiana de la mayoría de los españoles».

Concluye su escrito indicando que «somos capaces de colaborar por el bien común en contextos donde no todos piensan igual, como en la familia o en el trabajo, porque hay respeto por el otro, aunque no sea de los nuestros. Es lo que permite que en nuestra sociedad existan ámbitos donde se puede vivir y no estar siempre sospechando de los demás, y comenzar iniciativas sociales que salen al encuentro de nuestras necesidades. Esto genera confianza en el entorno donde vivimos. No la genera que los representantes políticos elegidos piensen que ellos tienen que dirimir todo y estar en todo. Así se llega a la fractura entre los políticos y los demás ciudadanos, que amenaza la libertad y fomenta la desconfianza hacia ellos».

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