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artículo de opinión 13/08/2012junio 13th, 2017

Hoy, 13 de agosto de 2012, hace 100 años que un grupo de empresarios toledanos, convocados por el Gobernador Civil, constituían la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Toledo y elegían como primer Presidente a Cesáreo Sanz Escartín.

Hace apenas 10 años que otros empresarios toledanos democráticamente elegidos, tuvieron a bien confiarme la presidencia de esta institución para presidirla durante esta última década que completa un siglo de vida de una corporación respetable, la más veterana de las organizaciones empresariales de la provincia, apoyo siempre útil, determinante según coyunturas y posibilidades, pero testigo próximo y espejo fiel de lo mucho acontecido a las empresas y en la economía de Toledo, a la que ha contribuido y reintegrado más de lo que de ella ha recibido.


Poder conmemorar este evento desde un puesto como el que ocupo es ya un honor que públicamente agradezco y en el que he procurado estar a la altura de cuantos me precedieron en el cargo: los ya ausentes Cesáreo Sanz (1912-1913), Epifanio de la Azuela (1914-1919), Bruno Marín (1919-1930), Alberto Bretaño (1930-1942) Constantino de la Cruz (1942-1968) y Juan Galiano (1968-1978) y los que aún están entre nosotros, Miguel Ángel Morales (1978-1998) y Pedro Jesús Santolaya (1998-2002). Sirva su mención como homenaje a todos ellos. También a los que como vicepresidentes hubieron de desempeñar, en momentos cruciales, funciones presidenciales, como Rafael Gómez-Menor, Adolfo Aragonés de la Encarnación o José María San Román. Todos ellos, junto al millar largo de empresarios y toledanos destacados que participaron en sus Mesas o en sus Plenos y comisiones, han hecho posible una institución de referencia obligada y no siempre valorada justamente.

Y al fondo y en su base, miles de empresas y empresarios autónomos (hoy más de cincuenta mil) que contribuyeron, hasta hace bien poco obligados por ley, a que esta institución sea hoy centenaria, se beneficiaran o no de sus servicios y posibilidades. Desde aquel 13 de agosto de 1912 también han trabajado por la institución más de un centenar de hombres y mujeres. Al principio, equipos exiguos y escasos en número, en medios y especialización. En las últimas décadas, con recursos humanos más numerosos y también más profesionalizados y especializados. Al frente de todos ellos la figura legal e insustituible de los secretarios generales, diez en total, aunque los tres últimos (Félix Marín, José Luis Vaquero y José María Calvo) dirigieron la Cámara durante casi noventa de los cien años de existencia, proporcionando a la institución continuidad, estabilidad y prudencia.

Todos ellos, hasta donde he podido conocer, secretarios y trabajadores, técnicos, administrativos y auxiliares con creciente competencia y especialización. Siempre con espíritu de servicio y, puedo atestiguarlo de los últimos diez años, queriendo innovar y responder con nuevos servicios a las necesidades empresariales de cada hora. Siempre, sin embargo, podrá decirse que podría haberse hecho más y mejor. Es cierto, aunque los medios estuvieron más tasados de lo que se cree y nunca a la altura de las necesidades ni de los proyectos. Pero ha sido y es, precisamente, el acicate crítico en el que nos basamos para afrontar el futuro con afán de superación.

La Cámara, pese a todos los avatares que pueden ocurrir en un siglo, ha estado ahí, informando, asesorando, formando y ayudando a empresarios y emprendedores a consolidar sus empresas y proyectos y facilitando la producción y exportación de nuestros bienes y servicios. Las circunstancias, situaciones y coyunturas en una vida tan longeva han sido, naturalmente, múltiples y en no pocos casos adversas y difíciles.

Hoy volvemos a estar, empresas y cámaras, ante una de esas crisis arduas y complejas, incluso dolorosa. No es la peor, aunque no nos haya tocado resolver, a la inmensa mayoría de los que hoy debemos hacerlo, otra de semejante gravedad. Por eso, una vez más, habremos de reinventar nuestro futuro, reorientando nuestra economía y nuestras instituciones. Por eso las Cámaras de Comercio están actualizando y modernizando sus proyectos, servicios y estructuras; para seguir siendo un referente para empresarios y emprendedores españoles y para dar respuesta a las necesidades actuales y futuras de nuestras empresas, especialmente las pequeñas y medianas que son, entre otras cosas, las que primero empezarán a regenerar el empleo y la riqueza de nuestra sociedad.

Las Cámaras españolas apuestan, como ejes fundamentales de su actuación de cara al futuro, por la internacionalización, la innovación, el uso de las nuevas tecnologías, la mejora de la formación de los empresarios, el fomento de la actitud emprendedora y el del arbitraje y la mediación en asuntos mercantiles. La Cámara de Toledo debiera proseguir entre los avanzados en esa apuesta, no en vano podemos exhibir hoy estructuras y servicios modélicos en materia de emprendimiento, de turismo e internacionalización, en innovación y calidad y en instrumentos de mejora de la competitividad en las empresas. Debemos hacerlo con prontitud, esfuerzo y generosidad. En colaboración con las Administraciones y las organizaciones empresariales, para mejorar la eficiencia de las instituciones y porque cuando arrecian las dificultades todas las manos son pocas y sería absurdo amputar brazos.

Los brazos de las Cámaras y sus manos me parecen hoy más imprescindibles que antes, porque su naturaleza pública como corporación permite conjugar la unión de empresas y emprendimiento con la idea del interés general y facilita el despliegue de nuevas formas de colaboración entre lo público y lo privado eficientes y próximas. Hoy cumple un siglo de actividad institucional ininterrumpida la Cámara de Toledo y estrena el camino de un nuevo siglo de vida. A nuevos tiempos, nueva Cámara. Enhorabuena a todos.

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