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Foto - Kiko Expósito
Colegio "Divina Pastora" de Toledo - 06 junio 2017 - Toledo

En el colegio “Divina Pastora” de Toledo la pequeña Sara pasea por los pasillos regalando un amable “hola” y sonrisas para todo el mundo. Aquellos que la conocen la definen como una niña alegre y muy sociable, unos rasgos a los que contribuye el esfuerzo que hacen en el centro para que, tanto ella como otros alumnos con discapacidad, se sientan uno más.

Recientemente el caso de Sara, sorda y con discapacidad visual e intelectual, ha sido noticia a raíz de que la ONCE entregase a sus compañeros unos diplomas por haber aprendido la lengua de signos para comunicarse con ella. Primero se iniciaron en esta lengua para que, a través de signos, Sara pudiese dirigirse a ellos; después fueron aprendiendo canciones y traduciéndolas a este modo de comunicarse. Ahora los estudiantes de 9 y 10 años de cuarto de Primaria no solo manejan con gran nivel esta simbología gestual sino que incluso se la enseñan a los nuevos profesores que llegan cada curso.


La directora del colegio “Divina Pastora”, Chari Labrador, explicaba a encastillalamancha.es que Sara entró en el colegio cuando solo tenía cuatro años. «Según crecía vimos que había un problema ya que ella solo se comunicaba mediante el contacto físico, algo que los demás niños interpretaban como un empujón o como si les estuviese pegando». A partir de entonces los profesores empezaron a hacer sesiones especiales con ellos para invitarles a ponerse en el lugar de Sara: «Les pedíamos que sin hablar intentasen decirnos algo y se dieron cuenta de que la única manera que tenían de que les prestásemos atención era mediante el contacto». Aprendieron así a entender los gestos de Sara y su manera de actuar.

Sin embargo, el tiempo pasaba y Sara -con cinco años entonces- tenía unas necesidades de comunicación que no eran satisfechas. Fue entonces cuando empezó a cobrar gran importancia la labor del mediador de la ONCE que la acompaña y el aprendizaje de la lengua de signos que comenzaron todos sus compañeros.

Todo ello, más la normalidad con la que los menores tratan la discapacidad de Sara y el modo de relacionarse con ella, ha contribuido a que sea una niña completamente integrada, una niña que lo primero que hace cuando llega a clase es buscar a Paula, su mejor amiga.

Esa capacidad de integración que han desarrollado estos niños queda patente también cuando vienen alumnos nuevos y hay que acogerlos: «al segundo día ya se sienten muy bien en el grupo”, comentaba Jaime, uno de los profesores. La directora añadía que, en el caso de Sara y de los otros niños con discapacidad que hay en el colegio, «no es necesario pedirles al resto de alumnos que les ayuden a subir unas escaleras o a ir al recreo, es algo que sale de ellos mismos con mucha naturalidad».

Además del mediador de la ONCE; en el centro escolar tiene mucho peso el trabajo de Angelina, la especialista en Audición y Lenguaje, quien se encarga de adaptar los conocimientos y la adquisición de los mismos a Sara, una tarea en la que debe coordinarse con el resto de profesores. Ella es la que mejor puede constatar la evolución tan positiva que está teniendo la menor.

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