En pleno corazón del casco histórico de Toledo, un edificio encierra en sus muros más de nueve siglos de historia, transformaciones y reinvenciones. Se trata de la antigua iglesia de San Vicente, fundada según la documentación más antigua por el rey Alfonso VI, poco después de la conquista cristiana de la ciudad en el siglo XI.
Lo que comenzó como un símbolo del poder cristiano en la ciudad recién reconquistada, se ha convertido en uno de los centros culturales y de ocio más dinámicos de la ciudad.
Referente del arte mudéjar en Toledo
A lo largo de los siglos, San Vicente ha sido un espacio en constante evolución. La fachada principal actual —que esconde la estructura original— muestra una mezcla de elementos romanos y visigodos reutilizados, dando testimonio de la riqueza histórica que custodia el lugar.
Pero su joya más destacada es, sin duda, el espléndido ábside del siglo XIII, conocido popularmente como el “cubillo de San Vicente”, un referente del arte mudéjar en Toledo que se alza como un torreón gracias al rebaje de la calle realizado en el siglo XV.
El interior conserva aún elementos medievales como sus frisos en esquinilla y la doble arquería de arcos ciegos que decoran el perímetro del ábside, alternando estilos de medio punto, herradura y lobulados. A la derecha del cubillo, una pequeña capilla gótica, abierta en el grosor del muro, añade un detalle arquitectónico de finales del siglo XV.
El templo mudéjar fue ampliado con capillas laterales en el siglo XIV y, ya en el siglo XVI, con nuevas construcciones como la llamada “capilla del Espíritu Santo”, atribuida al arquitecto Vergara, y la capilla de la Asunción de Nuestra Señora, patrocinada por Doña Isabel de Ovalle. Esta última albergó un fresco del genovés Alejandro Semino y, tras su fallecimiento, un retablo de la Asunción encargado al mismísimo Greco, quien lo concluyó en 1615.
San Vicente también fue víctima del paso del tiempo. Graves daños estructurales a finales del siglo XVI obligaron a una rehabilitación profunda. Se levantó una nueva torre en 1599 —obra de Nicolás Vergara, el Mozo— y se construyó un pórtico del que hoy apenas quedan registros.
Símbolo vivo de arte: un espacio de arte, cultura y música
La historia de culto llegaría a su fin en 1842, cuando la iglesia fue oficialmente desacralizada. Desde entonces, su función ha cambiado radicalmente: primero fue almacén, luego museo, más tarde aulario universitario… y ahora, sede del Círculo de Arte de Toledo. En este espacio singular, la cultura, la música, el arte y el pensamiento libre han sustituido al incienso y al canto gregoriano.
Hoy, jóvenes y adultos se dan cita en su interior no para rezar, sino para bailar, asistir a conciertos, exposiciones, ciclos de cine o debates filosóficos. Bajo los techos artesonados de par y nudillo del siglo XVI, firmados por el carpintero Antonio de Espinosa, el pasado convive sin fricción, con un presente vibrante y plural.
San Vicente ya no es solo una iglesia. Es un símbolo vivo de Toledo, de su capacidad de reinventarse sin perder su esencia. De templo a centro cultural, de altar a escenario, sus muros siguen hablando… solo que ahora, a ritmo de luces, arte y libertad.