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martes, 16 de abril de 2024
El sacerdote talaverano Juan Carlos Mayoral.
El sacerdote talaverano Juan Carlos Mayoral.
Tras la deflagración de un camión cisterna - 29 enero 2020 - Toledo

El pasado 23 de enero la tragedia se cebó con Villa El Salvador, distrito perteneciente a la región de Lima Metropolitana, en Perú. Allí -a escasos 50 metros de la iglesia de La Inmaculada, donde llevan a cabo su labor misionera cinco sacerdotes toledanos- un camión cisterna que transportaba gas licuado sufrió un accidente que provocó la fuga de la mercancía y una deflagración que ha dejado 15 muertos, 40 heridos -muchos de ellos de gravedad- y una manzana de viviendas totalmente devastada.

Ahora todos los esfuerzos se centran en salvar a los heridos y en dar apoyo a aquellos que han visto cómo en cuestión de segundos perdían su hogar y todas sus pertenencias. Una vez resueltas las necesidades de comida y ropa, los misioneros toledanos -que salieron indemnes gracias a que la parroquia y al hospital para enfermos mentales que depende ella están cuesta arriba- han lanzado un llamamiento desesperado en el que piden donaciones de dinero con las que ayudar en la reconstrucción de las casas.


«Mi nombre es Juan Carlos Mayoral Bielsa, tengo 61 años de edad y soy sacerdote misionero en Perú. Hemos tenido una catástrofe que ha originado ya 14 muertos, varios de ellos niños (el 27 de enero la ministra de Salud de Perú elevaba el número de víctimas mortales a 15)». Así comenzaba su llamamiento por vídeo este sacerdote talaverano.

Proseguía señalando que «no necesito que me manden ni ropa ni alimentos; mándenme todo el dinero que puedan porque hay casas que han quedado totalmente destruidas y cuando la gente deje de mandar la ayuda que ahora está mandando generosamente, solo quedará La Inmaculada para atenderles y yo no necesito alimentos. Necesito todo el dinero que me puedan mandar para ayudar a reconstruir las casas que han quedado destrozadas. La deflagración dejó carbonizadas a una buena cantidad de personas y las casas totalmente destrozadas. Por fuera parece que están chamuscadas pero por dentro no hay absolutamente nada».

 

Los números de cuenta habilitados (Concepto: «Villa El Salvador» o «Explosión camión») por el Arzobispado de Toledo para hacer efectivas estas donaciones son los siguientes:

  • Liberbank: ES89 2048 3036 7434 0003 8407
  • Popular:  ES50 0075 0217 1906 0087 3149

Desde el Arzobispado de Toledo, Jesús López Muñoz -delegado episcopal de Misiones y director diocesano de Obras Misionales Pontificias- añadía que la Delegación de Misiones ya ha efectuado un envío de urgencia de 5.000 dólares. Indicaba que tras este tipo de tragedias después suele quedar el silencio. Para que esto no sea así, para que la ayuda siga llegando hasta Villa El Salvador, piden que la gente tome conciencia de la magnitud de un suceso de estas características en un país como Perú.

Villa El Salvador, Premio Príncipe de Asturias en 1987

Se da la circunstancia de que Villa El Salvador recibió en el año 1987 el Premio Príncipe de Asturias. La historia de esta barriada o pueblo joven comenzó en el año 1971, con la toma de unos terrenos organizada por familias que necesitaban viviendas. El 11 de mayo de 1971, el gobierno del general Juan Velasco entregó un inmenso arenal desierto, al sur de Lima, para que los pobladores construyesen una ciudad. En el momento de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, en 1987, Villa El Salvador contaba con más de 300.000 habitantes, la mayoría de ellos de origen andino. Su carácter masivo la ha convertido en la experiencia urbano-popular más grande del Perú y en una de las mayores de América Latina. Hoy en día tiene dos millones de habitantes.

Destacando siempre por sus acciones en defensa de los derechos humanos, la planificación urbanística de Villa El Salvador, asumida por los vecinos, que construyen sus propias viviendas y avenidas, consiste en un diseño en el que cada 24 familias forman una manzana y cada 16 manzanas conforman un grupo o barrio, reservando ciertas áreas para colegios, mercados, centros de recreo y unas 1.000 hectáreas para zona agrícola e industrial. Su organización vecinal, en la que se mantiene siempre un alto grado de participación democrática, consiste en un modelo autogestionario basado en la tradición andina. Miles y miles de vecinos se convierten anualmente en dirigentes.

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