Hay lugares en los que la fiesta del Corpus tiene una significación especial, un acento ceremonial más, un lujo patrimonial y artístico más acentuado.
Un Corpus único
Es el caso del Corpus de Lagartera (Toledo), que destaca sobre todo por el color rural y la intensa presencia de la peculiar artesanía lagarterana, especialmente por sus afamados bordados. Hinojo, mistranzos, hierbabuena y albahaca tapizan las calles y plazas e impregnan el ambiente con sus aromas.
La fiesta fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional el 8 de marzo de 2007.

Dos niñas vestidas de lagarteranas al frente de un altar. Foto: Ayuntamiento de Lagartera.
432 años
También Bien de Interés Cultural, el Corpus Christi de Lagartera cumple 432 años desde que se llevara a cabo la primera procesión. En esta fiesta son protagonistas las labores y bordados locales; los altares y los trajes regionales de lagarteranos y lagarteranas muestran los colores, formas y dibujos a través de tejidos centenarios.
Durante el recorrido de la procesión, la Custodia se para delante de cada altar para bendecirlo. La mayoría están situados en la puerta de las casas, pero también en la confluencia de algunas calles, donde grupos de vecinos unen sus mañas para hacerlos.
Todo el recorrido exhibe adornos y las plazas y calles se muestran tapizadas de hierbas aromáticas como hinojo, hierbabuena, albahaca, mistranzo y romero. Y en el plano artístico se despliegan las joyas textiles: colchas de malla, bordadas, deshiladas, delanteras, frontales… salen de las arcas para ver la luz únicamente durante el Corpus, pues, acabada la procesión, retornan a sus lugares de origen.
El famoso traje de Lagarterana
Por otro lado, el famoso traje de lagarterana, un medio siempre de identificación social, ha perdurado intacto hasta hoy, y se muestra de forma especial en la procesión del Corpus Christi.
Ningún altar es igual al otro. Labrados por lagarteranas, entre sus piezas cuentan con el frontal o las colgaduras laterales en las que hay escenas de La Pasión, así como imágenes bordadas en colchas centenarias que transforman las fachadas y cuentan los Evangelios en las calles de la localidad.
Todos los altares disponen de una mesa central, que, ataviada ritualmente, sirve de trono a la talla del Niño Jesús. Muchas son figuras barrocas y aparecen con la vestimenta lagarterana.