sábado, 18 de mayo de 2024
22/01/2013junio 13th, 2017

En muchos pueblos pasan desapercibidas, acostumbrados como están sus habitantes a verlas en las viviendas como parte natural de su estructura. Recibían el nombre de portones, de forma más común, de puertas falsas. Eran de gran tamaño, divididas en dos hojas y con una puerta más pequeña y eran utilizadas para guardar los antiguos carros, los aperos de labranza y más tarde, con la aparición de la maquinaria, los tractores.

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Su construcción se fue extendiendo en las zonas rurales de tal forma que, hoy en día, hemos heredado un auténtico museo etnográfico que permanece en las calles y que es especialmente significativo en la localidad toledana de Calera y Chozas. Puertas que actualmente dan paso a automóviles -pues han pasado a ser el acceso a garajes- pero que en otras ocasiones siguen manteniendo su función original y sus fines agrícolas. 

Estas estructuras recuerdan lo importante que fue el sector primario, que se transformó en el siglo XX liberando mano de obra al incorporar la maquinaria a las labores agrarias. No obstante, nunca es tarde para recuperar el patrimonio del pasado, de ahí que en muchos de estos caserones -testigos de lo que fue el esplendor del monocultivo cerealístico- están siendo restauradas.

Antiguamente estas viviendas eran construidas con dos accesos: la puerta principal, de dimensiones normales, que podía tener una rejilla para ver quién quería pasar; y una secundaria más ancha y alta, de dos hojas y con una puerta más pequeña. Este gran tamaño era porque primero dieron paso a los carros movidos por mulas y más tarde a los tractores. La mayoría tenía dintel, en ocasiones de madera, y las menos contaban con una ligera arcada. Un pequeño prisma de piedra o cemento servía de tope en el suelo para que no se abriesen hacia el exterior. 

Lo normal era que estuviesen pintadas: de verde, el símbolo del regadío; de marrón; o de tonos de azules. Hoy, una vez restauradas, se ha ampliado la paleta de colores. En el interior no se utilizaba la brocha y con el tiempo la madera fue sustituida por el metal, más ligero, y con menos peligro en caso de incendio.

El nombre de «puertas falsas» le viene porque consideraban real, más importante y, sobre todo, más elegante la que daba al hogar familiar, que es donde se colocaban los adornos.

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