El arqueólogo Arturo Ruiz Taboada continúa arrojando luz sobre el cementerio judío del Cerro de la Horca de Toledo, un proyecto que inició en el año 2009 y que ha supuesto un antes y un después dentro de la cultura funeraria judía y de la historia de la llamada Jerusalén de occidente.
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Los trabajos de ampliación del aulario del IES «Azarquiel» de la ciudad permitieron localizar la ubicación de este cementerio judío, un cementerio en el que se llegaron a identificar 107 tumbas. El descubrimiento ofreció a los investigadores la señas de identidad de los enterramientos judíos, los cuales se diferencian de los cristianos y musulmanes por la profundidad en la que se deposita el cuerpo (una profundidad de hasta dos metros) y por la utilización del lucillo, un elemento constructivo con forma de bóveda de medio cañón que servía de cierre subterráneo de la tumba.
En el año 2014, con los últimos trabajos arqueológicos, Taboada pudo delimitar los límites de un cementerio que ocupa una superficie de 22 hectáreas, esto es, 22 campos de fútbol.
La dificultad que entraña localizar este tipo de enterramientos es que los difuntos eran depositados en el ataud sin ningún ajuar. Además, en el siglo XVI los Reyes Católicos ordenaron vender todas las lápidas de este cementerio, perdiéndose así su memoria histórica.
Aunque los enterramientos judíos se concentran principalmente en el Cerro de la Horca de Toledo, en la zona norte de la capital -a la que el arqueólogo cita como una «alfombra de tumbas»-, los lucillos también saltan a la vista a lo largo de muchos puntos del Circo Romano, de cuyo subsuelo bien se podría extraer un «manual de enterramiento» de las tres religiones que convivieron aquí en la Edad Media. De hecho, Taboada explica que fueron los musulmanes los que comenzaron a enterrar a los suyos en este área. Tras la Reconquista, cristianos y judíos también la usaron para estos fines.
El paso de los siglos ha hecho que este mismo patrón -áreas de enterramientos en las que aparecen restos de las tres religiones- se repita en la zona norte de la ciudad.
A través de sus publicaciones, conferencias y libros, el arqueólogo toledano ha reivindicado siempre el estudio de los elementos funerarios como manera de entender formas de vida pasadas. Reconoce que «los primeros culpables de que no se le de la suficiente relevancia somos nosotros, los investigadores, quienes no hemos sabido transmitir la importancia que tienen unos huesos y la información que pueden aportar sobre quién fue esa persona, de qué murió, que consideración social tenía, de qué se alimentaba…».
Por este motivo, reivindica y considera fundamental el diseño de un plan director que plasme las intervenciones hechas hasta la fecha con restos humanos. Entonces tendríamos un «mapa de riesgo» que avise de las zonas complicadas. Mientras esto no sea una realidad, «seguiremos haciendo actuaciones puntuales y aisladas».
Taboada identificaba a encastillalamancha.es los lugares de enterramiento empleados en la etapa medieval. De la época romana, señalaba la avenida de la Reconquista, por ser esta calle la antigua vía sacra; la zona de la ermita del Cristo de la Vega; y la estación de autobuses. Por su parte, durante la época medieval, los musulmanes enterraron a sus difuntos en el Circo Romano, sobre una superficie de unas 10 hectáreas; en la carretera de Madrid, durante la etapa Taifa; y en el entorno de la puerta del Vado. Los cristianos emplearon la ermita del Cristo de la Vega, el Circo Romano, la carretera de Madrid; y los judíos, fundamentalente, el Cerro de la Horca.
El arqueólogo y profesor del Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega-Marañón -quien en 2002 descubrió uno de los principales accesos a la ciudad medieval, la Puerta del Vado– sostiene que en Toledo «falta mucho por descubrir», tanto que «no tenemos nada que envidiar a lugares como Egipto». Afirma, eso sí, que el problema que encuentra aquí es que es un patrimonio que no se sabe o no se quiere vender. Considera necesario hacer «proyectos serios» porque «es nuestra fuente de riqueza».
Especialista en enterramientos medievales, además de los descubrimientos del cementerio judío de Toledo y de la Puerta del Vado, entre sus proyectos más destacados se encuentran las excavaciones arqueológicas en el poblado neolítico de Cerro Virtud, en Almería, o la necrópolis carpetana de Palomar de Pintado, en Villafranca de los Caballeros (Toledo).