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jueves, 28 de marzo de 2024
Enrique Fernández Plaza, de Fuensalida (Toledo) cumplió su sueño de conocer a los jugadores del Madrid, como Ronaldo, gracias a la amista de su padre con Butragueño
Quique Fernández Plaza, un joven de Fuensalida (Toledo) que sufre una enfermedad rara, cumplió su sueño de conocer a los jugadores del Madrid, como Ronaldo, gracias a la amista de su padre con Butragueño.
Anuario ENCLM 2018 / Sociedad - 31 diciembre 2018 - Castilla-La Mancha

Enrique Fernández Plaza, «Quique», es un joven de 24 años muy querido en Fuensalida (Toledo). Como su padre, es «merengón» hasta la médula. Y como su padre, Benito Fernández Zapardiel, es muy amigo de Emilio Butragueño. Quique tiene unas cuantas fotos privilegiadas junto a los cracks del Real Madrid, como la tomada hace tres años en la que aparece junto a Cristiano Ronaldo bajo la leyenda, escrita por Benito, que reza así: «Únicos en el mundo«. La familia es madrileña, pero vive en Fuensalida desde hace muchos años.

Sí, porque Ronaldo no es el «único en el mundo». Hay otro «único»: Quique, aquejado desde niño de una de esas malditas enfermedades raras, una miopatía congénita multicore, enfermedad muscular que le tiene en silla de ruedas y con una incapacidad del 94 por 100.


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Único porque ha pasado por dos operaciones graves: en la primera, por una escoriosis, perdió un pulmón a los siete años. Hubo que hacerle una traqueotomía. Por eso debe tener mucho cuidado con los constipados, las pulmonías.

Antes de la segunda operación, el año pasado tuvo que ingresar en el hospital aquejado de una gripe muy fuerte. Su estado se complicó tanto que entró en coma durante seis días. Sus padres creían que moriría; de hecho recibió la extrema unción. Pero se recuperó, no sin tener que ser operado por segunda vez de escaras, una de ellas enorme.

Y es que Quique es un auténtico crack…

Aprende a leer, solfeo, a montar en bici… Todo por su hijo con Down

De una historia que enamora a una historia de amor. De amor de los de verdad. Lean…

“Por él se hace todo”. Esta es la frase que más repiten Dominga Moreno y Ovidio Sánchez, padres de Luismi, un chico de 31 años de edad con Síndrome de Down. Ambos son un ejemplo de superación, un ejemplo de lucha constante que fueron reconocidos con el galardón «Familia Ejemplar» que concede la asociación Down Toledo dentro de sus Premios Solidarios.

Sus rostros hablan por sí solos de las noches en vela; de los madrugones a las cinco de la mañana en su hogar de Menasalbas (Toledo) para dar de comer a los animales y llevar a Luismi a Toledo a recibir su atención temprana; y de las preocupaciones y lo mucho que siempre queda por hacer con un niño con discapacidad.

A sus 82 años él y con 79 años ella -trabajando desde que eran niños en el campo y sin haber podido ir al colegio-, no pueden evitar emocionarse al echar la vista atrás, tampoco sonreír por todo lo logrado, ya que -a pesar de sus orígenes humildes y de sus escasos recursos- ahora ven con gran satisfacción cómo es Luismi el que es capaz de cuidarles a ellos y su elevado nivel de autonomía.

Todo lo han alcanzado con mucho esfuerzo y sacrificio y con mucha confianza en las posibilidades de Luismi. En su educación, Dominga ha tenido un papel muy destacado ya que «siempre he intentado estar un paso por delante de él para ir enseñándole». Tanto es así que fue a raíz de nacer su hijo cuando aprendió a leer y a escribir correctamente, empezando entonces una carrera por el conocimiento de todas aquellas materias que veía Luismi en el colegio. La propia Dominga contaba a encastillalamancha.es que los profesores que tenía él en el colegio le dedicaban un tiempo a ella para enseñarle matemáticas, reglas de ortografía, ciencia…

Luismi fue creciendo y no tardó en demostrar su debilidad por la música. Fue el momento en el que Dominga comenzó a estudiar solfeo. Gracias al empeño de su madre y a las clases de música que recibía en la localidad vecina de Gálvez, consiguió dominar la caja y formar parte de la Banda de Música de Menasalbas.

¿No me digan que no es realmente encomiable?

[ze_image id=»237526″ caption=»Luismi, todo un ejemplo, como lo han sido sus padres para él, quienes aprendieron con esfuezo todo lo que le querían enseñar a él.» type=»break_limited» src=»http://ecmadm.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2018/04/Luismi_Down_y_padres_18_86.jpg» urlVideo=»» typeVideo=»» ]

 

Claudia, la «pequeña princesa» de dos años que ya sabe lo que es la solidaridad

También nos emocionó la historia de la pequeña Claudia…

La sala de rehabilitación infantil del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo recibe todos los días a Claudia, de tan solo dos años, una pequeña de la que -nada más verla- sorprende su capacidad de trabajo y de esfuerzo con las pesas, con las paralelas o con el andador, siempre con una sonrisa en la cara y a través de los juegos y canciones que inventa para ella su fisioterapeuta, Miriam.

Es de los niños más pequeños que han pasado por el hospital -el «cole», como ella dice-; también es la protagonista de la asociación «Mi princesa Claudia», promovida por su madre, en un primer momento, para afrontar los elevados gastos que precisa su tratamiento y rehabilitación y, en un segundo momento, para ayudar a otros menores en su misma situación.

Claudia tenía cuatro meses cuando los médicos le diagnosticaron un tumor en la médula espinal. Los oncólogos optaron por la operación, 10 horas de intervención en la que consiguieron estirparle el tumor pero que la dejó parapléjica.

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Comenzaba entonces un nuevo capítulo en la batalla de Claudia, una nueva etapa en la que junto a su madre, Mireia, se trasladó de Valencia -su ciudad- a Toledo, donde está el hospital de referencia nacional en lesiones medulares. Llegaron a la capital regional en marzo de 2017, cuando Claudia tenía un año, un tiempo en el que ha experimentado una gran evolución, hasta tal punto que hoy por hoy ya da pasos con el andadador y su reciprocador, una especie de prótesis que, hechos a medida de cada persona, se coloca en las piernas y le permite mantenerse en pie.

Es difícil expresar lo que representa toparse en la vida con una situación así. Mireia intenta poner palabras a su realidad, a los altos costes que se le presentan a diario, a sus temores, a un futuro incierto… «Es muy duro». Añade que también es «muy injusto» porque «ni siquiera hay un parque adaptado para estos niños».

Pero lo hace desde una extraordinaria actitud, luchando cada día como lo hace Claudia… Encomiable.

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