martes, 23 de abril de 2024
12/12/2011junio 14th, 2017
César del Río César del Río

Lo malo no es que hiciera y deshiciera a su antojo, que para eso era el director, sino que no diera cuentas a casi nadie. Al menos a la entonces oposición, que le pidió en diversas ocasiones los números pero cualquier intento resultó en vano. Lo que no es admisible es que nos enteremos años después de algunas de las escandalosas cifras y maravillosos despropósitos que se daban en la CMT de Jordi García Candau (aunque para Luis María Ansón siga siendo uno de los gurús de la televisión pasada, como explicaba este fin de semana en El Mundo), que no pase absolutamente nada y que ahora sigamos siendo noticia nacional por eso precisamente, por el ocultismo y los contratos astronómicos de las que él consideraba estrellas pero que en la mayoría de los casos venían rebotadas de las cadenas nacionales después de grandes servicios al divertimento y esparcimiento nacional.

Todo consentido por el poder político.


Del «Tal como somos» de Teresa Viejo («Tal como semos», como acertadamente lo llamaba una y otra vez el periodista Arturo Marqués) a las películas de los albores de la democracia de los Antonio Garisa, José Luis López Vázquez y compañía y pasando por los toros, novillos, recortes, rejoneadores, becerradas, novilladas, capeas, primer aviso, cambio de tercio, chicuelinas, verónicas y cualquier tipo de acontecimiento que tuviera que ver con cuernos que se tragaban encantados nuestros mayores pero que provocaban la hilaridad, por repetitivos y siempre lo mismo, de quienes éramos conscientes del alto precio que pagábamos por lo que debería ser una cadena autonómica y se quedaba en una tele de pueblo (con todos los respetos por los pueblos).

Es la ruina continua de las televisiones autonómicas, sean del color y del partido político que sean. 200.000 euros por narrar los partidos de la Champions durante dos temporadas para José Ángel de la Casa pues… ¡Clama al cielo! 35 millones de pesetas. ¿Cuántos partidos hay en una temporada en Champions? Sumen y echen cuentas de a cuánto nos salió cada partidito de marras. O el locutor de los toros, Fernando Fernández Román, a 1.000 euritos cada seis toros (¿cuántas corridas ha televisado y, por lo tanto, cuántos miles de euros se le han pagado?) y hotel de cuatro estrellas al lado de la plaza. O el programa de Teresa Viejo, «Cerca de ti», ¡775.000 euros al año!; o Constantino Romero, que cobraba 10.000 euros al mes y no se sabe todavía por qué… O Perico el de los palotes, que se llevaba no sé cuánto…

¡Qué más daba!

Candau pasó pero casi nadie le vio.

Ni le oyó.

Y digo: si hubieran prohibido en España televisar corridas de toros, ¿qué hubiera pasado con CMT?

De tertulias políticas o programas similares ni hablamos. Porque aunque resulte vergonzoso decirlo, en casi 10 años de emisión, con dos canales por banda, los programas de estas características no llegaron ¡ni a uno por año! Contenidos aparte, que ya se imaginan lo que se hablaba y lo que se opinaba, pero eso lo dejo para ustedes. Control absoluto de la información, que para eso era «la nuestra», y despliegue mediático solo cuando había rentabilidad electoral que sacar.

El día 15 se acaba CMT 2. Nadie la echará de menos.

¡Cómo está esto del periodismo!

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