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viernes, 26 de abril de 2024
Griterío, insultos, falsedades y falta de respeto al adversario en los debates electorales - 12 febrero 2021 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

¿Cuántas personas de las que, en la noche del jueves 11 de febrero, veían en La Sexta el debate de los nueve candidatos a las elecciones catalanas cambiaron de canal ante el insoportable griterío, los insultos, algunas falsedades y la falta de respeto que demostraron la mayor parte de ellos hacia sus adversarios? Habría que inventar algún sistema para saber ese dato, en éste y en todos los debates electorales, a ver si, al conocerlo, los políticos que se comportan así sienten vergüenza de su actitud y aprenden a debatir como adultos con quienes no piensan como ellos. No todo vale en la actividad política, ni siquiera en una campaña electoral.

¿Cuántos ciudadanos estarán sorprendidos al ver que el PP especula sobre los motivos que llevaron al candidato socialista Salvador Illa a no hacerse la prueba del PCR, el martes día 9, antes de un debate electoral en TV que se celebró cumpliendo todas las medidas de seguridad y prevención? Ante esa negativa del exministro de Sanidad, el secretario general de los populares, Teodoro García Egea, se preguntó: «Señor Illa, ayer en el debate de TV3 no quiso hacerse un test de COVID-19. ¿Se debe a que usted se ha vacunado irregularmente y quiere ocultarlo». ¡Qué lumbrera! Otros dirigentes de ese partido dijeron eso mismo en declaraciones, en entrevistas y en las redes sociales.


No hace falta ser especialista en inmunología para saber que esas pruebas detectan si alguien está contagiado de la COVID-19, pero no revelan si esa persona se ha vacunado o no. Pero, por sorprendente que parezca, esta discusión absurda ocupó una parte del debate electoral a nueve en La Sexta.

El PP pregunta por una prueba que no detecta si alguien se ha vacunado

Salvador Illa ha explicado, desde el primer momento, que desde el Ministerio de Sanidad han pedido que las pruebas de PCR o de antígenos se hagan cuando una persona tiene síntomas de contagio o cuando ha mantenido un contacto estrecho con alguien que está contagiado. Y, como esos requisitos no se dan en él, no quiso someterse a esa prueba para participar en un debate electoral que era seguro. «Las pruebas no se hacen por capricho», afirmó.

Pero el PP no ha hecho caso a esas explicaciones porque no le convenía aceptarlas y, como parece que su política consiste cada vez más en hacer mucho ruido por cualquier asunto aunque no existan fundamentos sólidos para ello, ha lanzado una campaña de declaraciones y mensajes en redes sociales insinuando que el exministro «oculta algo», quizá que se ha vacunado sin que le correspondiera, y por eso no quiso hacerse esa prueba antes de un debate en televisión.

El jueves por la noche, 1.279.000 personas (el 8% de la audiencia de televisión, según los datos de Kantar Media publicador por Vertele) vieron el debate electoral en La Sexta. A esa misma hora, 2.854.000 (15,4%) tenían conectado su televisor a El Hormiguero, en Antena 3; en La 1, 1.864.000 (10,3%) seguían a Cuéntame,  y 3.391,000 ciudadanos (27,2%) preferían contemplar La isla de las tentaciones, uno de esos bodrios que habitualmente emite Telecinco y que tanto éxito le proporcionan.

Los sociólogos tienen mucho que decir sobre los datos de las audiencias televisivas. Y los políticos deberían analizarlos con seriedad y pensar de qué manera pueden hacer llegar mejor sus mensajes a la ciudadanía, tanto durante las campañas electorales como en cualquier época. Desde luego, con el guirigay que protagonizaron en el debate de La Sexta -a pesar de los esfuerzos de la periodista Ana Pastor, que moderaba el debate, y sus reiterados llamamientos para que no gritaran ni hablaran varios a la vez- no lo van a conseguir.

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