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viernes, 19 de abril de 2024
Muchos ciudadanos piden que DEJEN LA CRISPACIÓN Y LOS INSULTOS - 03 diciembre 2022 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

Si los leones de bronce que flanquean la puerta principal del Congreso de los Diputados hablaran, seguro que estarían escandalizados por lo que se está viviendo últimamente en el palacio de la madrileña Carrera de San Jerónimo, sede de la soberanía del pueblo español. Se han traspasado todos los límites de lo aceptable y, por lo que se ve cada semana, algunos diputados y diputadas deben creer que están en una taberna de su barrio y no en la Cámara encargada de legislar para mejorar la vida de la ciudadanía. Vergonzoso.

Ni los más viejos del lugar -diputados, periodistas o funcionarios- han presenciado nunca un espectáculo tan lamentable como el que se está viendo cada miércoles en las sesiones de control al Gobierno. Hace ya tiempo que en ellas existe demasiada crispación, algún insulto y mucha falta de respeto en vez de crítica política al adversario seria y con argumentos. La diputada Carla Toscano, de Vox, traspasó todos los límites imaginables el 23 de noviembre cuando de dirigió a la ministra de Igualdad, Irene Montero, con un comentario infame, despreciable y machista.


Aluvión de críticas a la ley del «sí es sí«

La reciente entrada en vigor de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual -conocida como ley del sí es sí-, ha provocado mucha polémica, porque obliga a revisar las sentencias por delitos sexuales y ya ha habido unas 40 rebajas de los años de cárcel impuestos a condenados y algunas excarcelaciones. La ministra de Igualdad achacó esas rebajas de condena a que hay jueces que aplican mal esta nueva ley debido a su «machismo». Esas palabras provocaron un aluvión de críticas, entre ellas la reacción de todas las asociaciones de jueces y de fiscales, tanto conservadoras como progresistas, que pidieron la dimisión de Irene Montero.

La ministra también ha sido muy criticada por la oposición. Durante el debate de los Presupuestos Generales del Estado para 2023, la diputada Carla Toscano llamó a Irene Montero «libertadora de violadores» y añadió: «También ha osado insultar a toda la judicatura. Hay que tenerla de cemento armado para insultar a profesionales que se han pasado años de su vida estudiando Derecho y una oposición, cuando el único mérito que tiene usted es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias«, con lo que le decía que es ministra gracias a ser la pareja del exvicepresidente del Gobierno y padre de sus tres hijos.

Esas palabras provocaron indignación y sonoras protestas en la Cámara y en Irene Montero, mientras los diputados y diputadas de Vox puestos en pie aplaudían a su compañera como si hubiera hecho una brillante exposición. Alguien que vomita barbaridades como las que dijo ella no es digna de ocupar un escaño.

Del rifirrafe parlamentario aceptable a la crispación y el insulto machista

Es normal, incluso habitual, que en las sesiones de cualquier parlamento se produzcan rifirrafes, comentarios en voz alta contra el adversario político cuando habla desde la tribuna e incluso alguna salida de tono que obliga a quien preside la sesión a llamar la atención. Pero lo que ocurrió en esa sesión parlamentaria del 23 de noviembre pasó de castaño oscuro. Totalmente intolerable.

A partir de ese momento, la crispación y las palabras impropias de un Parlamento han ido en aumento en el Congreso, día tras día, pese a las llamadas de atención y peticiones de mantener respeto que ha repetido la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet. Se ha escuchado de todo: Vox ha llamado reiteradamente filoterroristas a los diputados de EH Bildu; portavoces de grupos de la izquieda han llamado fascistas a los de Vox; la ministra Montero ha dicho que el PP promueve «la cultura de la violación», frase que indignó a la portavoz de ese grupo parlamentario, Cuca Gamarra, y que es utilizada por la ONU para definir la actitud de quienes culpabilizan a las víctimas de abusos sexuales con frases como «eso te pasa por ir sola», «con esa falda tan corta vas provocando» u otras similares.

En contra de lo que ha dicho el líder de Vox, Santiago Abascal, las protestas por las palabras de Carla Toscano a la ministra no se deben a que la izquierda tenga «la piel muy fina» y no acepte las críticas. Aquí no hay equidistancia. No es lo mismo llamar a alguien fascista porque comparte esa ideología política totalitaria que decirle a una mujer que ocupa un cargo gracias a la influencia de su pareja, o acusar a un grupo parlamentario elegido democráticamente por los votos de la ciudadanía de ser amigo, defensor o heredero del terrorismo de ETA que, hay que recordarlo, hace 11 años dejó de matar.

Los días 2 y 3 de diciembre se han celebrado las tradicionales jornadas de puertas abiertas del Congreso, y muchas de las miles de personas que han visitado la Cámara Baja han pedido a los diputados, en declaraciones a los medios de comunicación, que olviden los insultos y la crispación y se dediquen a trabajar en favor de la ciudadanía. Ya va siendo hora de que hagan caso a esos mensajes y asuman esa responsabilidad, porque para eso fueron elegidos en las urnas.

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