lunes, 6 de mayo de 2024
20/08/2012junio 13th, 2017
César del Río César del Río

Gente como «Ladrando» Esteban, Emiliano «Gracia»-Page o Vicente «Pirado» no existen, como bien se pueden imaginar. No en la vida real, sí en las redes sociales. Para ser más exactos, pululan por Twitter. Detrás se esconden avatares cobardes que no son capaces de dar la cara y que la única intención que les mueve es dejar en ridículo a los verdaderos. En este caso a Leandro Esteban, a Emiliano García-Page y a Vicente Tirado.

El primero, consejero de Presidencia y Administraciones Públicas y Portavoz del Gobierno de Castilla-La Mancha; el segundo, secretario general del PSOE en la comunidad autónoma y alcalde de Toledo; y el tercero, presidente de las Cortes regionales.


Los derivados de la política.

Así las gastamos. De la picardía del españolito de a pie hemos pasado directamente a la tontería supina de quien incapaz de decir las cosas frente a frente tiene que utilizar una careta y un teclado y soltar la bilis correspondiente. Lo grave es que hay quienes les ponen en valor, les ríen las gracias e incluso les imitan. Una forma más de superar una frustración personal.

Estoy convencido de que algunos de los que se esconden detrás de estos pusilánimes que no tienen ni valor ni espíritu están consentidos, de forma interesada o no, por los propios partidos políticos. Y si no llega a ser así, «se hacen los locos». Véase aquí por lo tanto la táctica del boomerang. El que la tira al final le termina dando. Tanto a unos como a otros.

No se libra tampoco de esta usurpación de la personalidad la presidenta regional, María Dolores de Cospedal, quien hasta foto con peineta la han colocado en alguno de sus diversas cuentas falsas en las redes.

Hay más, pero ya son suficientes pistas por hoy.

O CUENTAS FALSAS CREADAS POR POLÍTICOS PARA DISIMULAR… ¿PARA DISIMULAR?

Sumen a estas intromisiones supuestamente legales que en algunos casos pueden inducir a confusión las cuentas que crean, con nombres rimbombantes o fuera de lugar, algunos políticos de renombre y que no tienen reparo alguno en lanzar sus diatribas, cuyos nombres (a los falsos me refiero) no les voy a facilitar para no darles todavía más publicidad.

A mí me daría vergüenza firmar una opinión, sea donde fuere, escudándome en el anonimato más absoluto. Sobre todo si es para poner a caldo a alguien o para decirle en unas líneas lo que no me atreviera a contarle cuando le tuviera a mi lado.

La tecnología permite cosas que nos hacen avanzar siglos, pero eso no es excusa para que, mal utilizadas, nos sirvan como lanzadera de insultos, despropósitos y demás.

Cobardes, al fin y al cabo.

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