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martes, 15 de octubre de 2024
Servir a la sociedad o a los intereses personales y del partido - 29 septiembre 2020 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

La muy desacreditada actividad política en España necesita con urgencia un plan para ser salvada. No hay que generalizar, pero un buen número de políticos -de los que gobiernan y de los que están en la oposición- parece que se empeñan en vivir alejados de la realidad y en hacer todo lo que pueden para que la ciudadanía les vea y escuche cada día con más indignación, rabia y desprecio. Pero la vida política, que ha llegado a unos niveles de mediocridad alarmante, es necesaria; por eso urge salvarla, en beneficio de toda la sociedad.

Basta con leer o escuchar cada día lo que dicen y hacen algunos gobernantes y dirigentes políticos para comprobar que, para la ciudadanía, son más un castigo que los encargados de resolver los problemas, que es lo que deberían hacer. En la vida política pública hay de todo: los que han perdido por completo el sentido común, si es que alguna vez lo tuvieron; los que se limitan a hacer siempre lo que les dice su jefe del partido, aunque no estén de acuerdo; los que solo quieren subir peldaños; los que se dedican a buscar frases llamativas para salir en los medios de comunicación; los que se oponen a todo lo que diga su adversario político, aunque no tengan ningún argumento para ello… y, por supuesto, unos cuantos que demuestran cada día su incapacidad para ocupar el cargo público que tienen. No hace falta dar nombres.


Quien cumple con su deber no es noticia

También hay quienes se dedican a la vida política pública porque quieren servir a la sociedad, y por eso trabajan como corresponde y se preocupan de los problemas de la gente. Pero esos no son noticia porque lo que hacen es cumplir con su deber como servidores públicos, que es para lo que han sido votados por la ciudadanía en las elecciones.

A los primeros, los que viven alejados de la realidad, les sirve cualquier asunto para montar bronca y acusar de todos los males del universo a su adversario político -sobre todo, si ese adversario está en el Gobierno central o en los autonómicos-. Exageran, crean problemas donde no existen y actúan por sus intereses personales o de su partido. No saben lo que es hacer crítica constructiva, tal vez sí lo saben pero no la hacen porque no les conviene a ellos. Parece que son partidarios de que todo marche lo peor posible, porque esperan que así será mejor para sus aspiraciones políticas. Es eso tan conocido de «cuanto peor, mejor».

En la exitosa película Salvar al soldado Ryan, que Steven Spielberg dirigió en 1998 y que obtuvo cinco premios Oscar, a un grupo de soldados americanos les ordenaron la peligrosa misión de salvar al soldado James Ryan, teniendo que jugarse la vida para ello. Era la Segunda Guerra Mundial y, tras el desembarco de las tropas aliadas en Normandía (Francia), ese soldado se había lanzado con un escuadrón de paracaidistas en territorio enemigo.

En la actualidad no se puede acudir a las tropas aliadas ni a ninguna fuerza sobrenatural para sacar a la vida política española del atolladero en que la han metido; pero es necesario buscar la fórmula para que el sentido común vuelva a ser el que guíe a los políticos. Se trata de que el sentido común no sea el menos común de los sentidos, como dicen que dijo el filósofo Voltaire, en una frase que ha pasado al refranero popular. Al contrario: que sea la guía que oriente siempre a los políticos cuando deben adoptar una decisión.

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