El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha reaccionado a la polémica levantada por la intervención de Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea de Madrid, donde dijo que si no le gustaba cómo se trataba ese tema en su comunidad, que se fuese a otro lado a abortar.
Sin entrar en esa polémica, Page sí que ha criticado lo que entiende que también es un movimiento con «cálculo electoral», puesto que más allá de que se abran debates ideológicos, cree que en la política actual hay una cierta obsesión con «convertirlo todo en zafarrancho de combate».
Todo ello en una semana en la que también se está hablando mucho de las posiciones de Ayuso a favor del aborto, que tenía antes de ser presidenta, pero que ahora ha asegurado que Madrid no va a llevar a cabo el registro de objetores de conciencia en la Sanidad pública, que obliga la Ley del Aborto.
Por ello, Page también ha criticado que se tache este registro de «lista negra», puesto que más que eso es «una garantía» para los médicos objetores, ya que se trata de un registro «voluntario» que lo que hace es garantizar ese derecho también reconocido por la ley.
Defiende que apostar por lo privado no signifique desmantelar la pública
En una entrevista que le ha realizado Javier Ruiz en el programa Mañaneros de La 1 de Televisión Española, Page no ha querido entrar en polémicas sobre la privatización de la sanidad, después de un informe que apunta a que Andalucía ha privatizado el 32% del servicio desde que gobierna el PP.
Pero sí que ha querido defender la gestión que ha realizado su gobierno desde que preside la comunidad autónoma. «Hicimos lo contrario que Cospedal. Teníamos un gran sistema sanitario, en cuatro años lo dejaron reducido a la mínima expresión, con planes de privatizar hospitales, despidieron a miles de médicos», ha lamentado.
Después de eso, ha añadido, se ha apostado «por lo público en la Sanidad, en la Educación y en la Dependencia».
Ante ese crecimiento de lo privado en la gestión de servicios que hasta ahora han sido públicos, Page ha explicado que no le parece mal siempre y cuando los servicios privanos no crezcan a costa de «machacar lo público».