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sábado, 20 de abril de 2024
Pepe Ramos, Vidal Pinel, Marta Espíldora, Julio Galiano y Víctor Martín. Foto - Rebeca Arango
Cada vez llegan más refugiados e inmigrantes - 11 agosto 2018

Pepe Ramos (72 años), Marta Espíldora (21), Vidal Pinel (81) y Víctor Martín (21) pertenecen a distintas generaciones, se dedican a oficios distintos y seguramente también tienen distintos gustos pero coinciden en algo: son voluntarios de Cáritas Toledo y ayudan de manera desinteresada a los que, aseguran, no han tenido tanta suerte como ellos y viven una situación de pobreza material o emocional.

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“Hay mucha gente que se ha encontrado esa situación sin comerlo ni beberlo, no han empezado la vida tan fácil como yo y pienso que si esos niños no llegan a ser ciudadanos tan ejemplares como otros con más facilidades, qué culpa tienen”, reflexionaba Víctor Martín mientras hablaba de su colaboración en el proyecto Mater, dedicado a dar apoyo económico y moral a las madres sin recursos y a sus hijos. Pero Víctor es una excepción entre los voluntarios de proyecto este proyecto, mejor dicho voluntarias, pues la mayoría son mujeres que sienten la necesidad de ayudar a otras.

Este es el caso de Marta Espíldora, lleva más de dos años cuidando a niños de madres que, en muchas ocasiones, tienen sus mismos años, y a las que también ha dado clases de inglés porque procuran que no dejen los estudios a pesar de haber tenido hijos. “Me inicié en el proyecto porque siempre he defendido la vida y el no al aborto en mis ámbitos pero no se concretaba en nada, de esta manera siento que puedo ponerlo en práctica ayudando de verdad”, afirmaba y añadió que lo que más necesitan estas madres y sus hijos es que se les escuche.

El albergue y la ayudas habitacionales o alimentarias son los más demandados

Los proyectos de Cáritas de ayuda a mujeres son relativamente novedosos comparado con los que llevan medio siglo realizándose, entre ellos el albergue y otros orientados a solucionar dificultades habitacionales o de carencias económicas en general, como las alimentarias. Vidal Pinel, nombre que no corresponde con su carnet de identidad pero sí con como le conoce todo el mundo, fue testigo de la fundación de Cáritas en Toledo y de la puesta en marcha del albergue como eje de actuación pionera. Ha estado de voluntario en él durante 30 años y fue contratado para trabajar en una de las sedes de la organización, aunque en la actualidad sus 81 años no le dan para seguir con esas labores y se dedica a acompañar cuando puede.

El que si sigue al pie del cañón a pesar de su edad es Pepe Ramos, que tras retirarse de su carrera militar hace 8 años empezó a colaborar en el albergue “por experiencias de fe” en su vida. Contó que va uno o dos días a la semana y todos los festivos a ayudar a las cocineras a repartir las comidas y que recientemente también acompaña a los residentes de media estancia (6 meses) a hacer rutas para conocer Toledo. “Los años de crisis se han notado. Antes venían unos 10 o 12 a comer a parte de los que venían a por táperes pero ahora solo en el comedor ya tenemos a unos 40, la pobreza se ha cronificado”, relataba Ramos. Quiso destacar también la “silenciosa pero importante” labor de los trabajadores sociales para integrar a los residentes del albergue, la mayoría de ellos hombres de mediana edad y mayores de los 50.

«La gente piensa que Cáritas da pescado pero no enseña a pescar»

Según Julio Galiano, director de Cáritas de la parroquia de Santa Teresa, de septiembre de 2017 a junio de 2018 su sede de Cáritas ha invertido 25.000 euros para ayudar a unas 37 familias, sobre todo en pagar alquileres, recibos, desplazamientos, y en comprar libros, material escolar y alimentos. La cantidad es algo superior al año anterior y cada vez va destinada más a extranjeros: “Hemos ido notando que una serie de familias españolas han dejado de venir porque han encontrado trabajo pero de media seguimos igual porque está viniendo gente de Nicaragua, Honduras, Venezuela y África en general”, explicaba.

«No somos un país preparado para acoger refugiados y eso tiene que cambiar»

En esta percepción coincide Marta, que contó como ha intentado integrar en los grupos de jóvenes de las parroquias a las refugiadas llegadas de Venezuela en los últimos meses. Muchas de ellas estaban a punto de empezar la universidad en su país, son de clase media y tienen una pequeña ayuda por estar reconocidas como refugiadas pero Espíldora considera que no es suficiente: “No somos un país preparado para acoger refugiados, la ayuda que se les da al mes no les da ni para comer y muchos se están muriendo del asco aquí por lo que se van a Francia o a otros países en cuanto pueden, en Cáritas hemos visto casos de esto, y tiene que cambiar”.

Galiano detallaba que las personas que llegan a España están en una situación muy precaria porque la mayoría son ilegales, no pueden pedir el permiso de residencia hasta los tres años y tampoco pueden trabajar a no ser que lo hagan de forma clandestina. “Levantarse por las mañanas y no tener nada que hacer es un sufrimiento muy grande, estas personas entran en la desesperación y la baja autoestima y nosotros les buscamos ocupaciones para que tengan un horizonte”, ocupaciones entre las que están los talleres de empleo, cursos o los proyectos de voluntariado.

De esta manera, argumenta, lo que se pretende es prestar atención integral al necesitado porque las ayudas no se darán eternamente. “Tengo amigos de trabajo social que me dicen que Cáritas da el pescado pero no enseña a pescar, cuando nosotros lo que pretendemos es precisamente lo contrario”, concluía Víctor.

El trato humano de Cáritas

Los voluntarios quisieron incidir en que Cáritas no solo da alimentos y ayudas económicas, sino que también atienden las necesidades que se ven menos a través del acompañamiento y el apoyo moral. “Se ve cómo la gente se va con bolsas de comida cuando viene pero no se valora que esa persona haya entrado con lágrimas y salga con una sonrisa”, afirmaba Galiano.

Especificaron que en dicha labor casi siempre les ayudan los trabajadores sociales y que las mujeres son uno de los colectivos que más ayuda necesita en este sentido porque “muchas veces no se reconocen como dignas, creen que necesitan la supuesta protección de un hombre que las lleva maltratando años” explicaba el director de Santa Teresa, a lo que Mónica Moreno, de comunicación de Cáritas, añadió que “ les hacemos un acompañamiento para reconstruir su vida y empoderarse”.

No todos los casos son de éxito y a lo largo de los años han visto mujeres que vuelven a soportar malos tratos y pobres que “se dedican a viajar de albergue en albergue gastándose el dinero en vicios” pero, aseguran, estos son una minoría que no puede marcar las actuaciones generales de Cáritas ni quitarles las ganas a los miles de voluntarios que luchan por seguir ayudando.

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