sábado, 18 de mayo de 2024
El Verano de su Vida 21/08/2012junio 13th, 2017

Sus veranos han sido siempre en familia. Quizás por eso, el sacerdote José Antonio Jiménez -Quillo, como se le conoce en Toledo- reserva siempre al menos una semana de agosto para reunirse con sus cuatro hermanos, sus tres sobrinos y sus padres, en la casa de campo que sus progenitores tienen en Chiclana, muy cerca de la zona de La Barrosa. Esos días son sagrados, asegura. 

«De pequeño siempre íbamos a alguna residencia militar toda la familia, en Cádiz, Santa Pola, Castellón o Mazarrón; aparte de los días que pasábamos en Tarazona, la tierra de mi padre. Íbamos a la huerta, montábamos en burro… Allí me hice la cicatriz que tengo en la frente. Tenía siete años y mi tío sin querer me dio un botijazo al ir a beber agua; tuvieron que llevarme al hospital y todo», recuerda… Ahora, desde Chiclana hacen escapadas por la zona, con sus sobrinos: María, Ana y Alejandro, que sienten debilidad por el tío cura; y viceversa.


PLAYA Y MONTAÑA

No tiene preferencia entre la playa y la montaña. Desde hace 25 años, cuando sus padres se trasladaron definitivamente a Cádiz, tiene playa todo el año; pero a la montaña viaja todos los años con los chicos de su parroquia toledana y con los de Carmelitas, el colegio toledano en el que imparte clases.

Secretario Diocesano de Apostolado Seglar y adscrito a la parroquia de San Ildefonso, Quillo compagina las escapadas de verano con las misas, las confesiones, los sermones en las fiestas de diferentes municipios de la provincia y con las cinco bodas que oficiará hasta finales de septiembre.

UN ALMA INQUIETA

Y es que «el verano es tiempo de cambio de actividades; nunca he sabido lo que es perder el tiempo», asegura. «Me lo tomo como un período de reflexión, de lectura, de familia y de cargar pilas para el regreso. Para la fe no hay vacaciones, necesito hablar más con Dios para luego hablar más de Dios».

Dicho y hecho. Quillo se lo toma al pie de la letra y aprovecha para «leer un libro del tirón -acabo de terminar uno sobre la vida de don Marcelo-, para dormir sin despertador, para rezar tranquilo, para disfrutar del regalo de la familia». De pequeño le gustaba practicar todos los deportes: la vela, el tenis, el fútbol… Ahora aprovecha julio y parte de agosto para hacer el Camino de Santiago con más de 40 jóvenes, «todos los años lo hacemos andando para ganar la Compostela; este año hemos andado 120 kilómetros, de Orense a Santiago», cuenta; y para hacer camping con dos grupos de 140 chicos en el Puerto de Santa María (Cádiz). Y aún le quedan unos días para «perderse» a Cabezuela del Valle de retiro espiritual. Siempre ha sido un alma inquieta.

VERANOS CON EL PAPA

Sus mejores veranos, siendo jovencillo, están directamente relacionados con los encuentros mundiales con el Papa Juan Pablo II, por todo el mundo. Denver (Colorado), en 1993; y una visita a los campos de concentración de Autzswich, en Polonia, en 1992, son dos de los que más le marcaron. También el Encuentro Mundial de la Familia, cita que supuso la primera visita del pontífice Benedicto XVI. Pero Quillo no se ha perdido uno. Roma, Santiago, Toronto y Colonia han sido otros de los escenarios de los encuentros a los que Quillo ha asistido, siempre rodeado de jóvenes.

¿Un sitio que le gustaría conocer? «Edimburgo y sus castillos; me encantaría y no es tan descabellado, he estado mirando ofertas y sale por 580 euros, está tirado», dice. De momento, este año, lo dejará pasar.

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