domingo, 28 de abril de 2024
En una finca de Albarreal de Tajo (Toledo) 05/04/2016junio 7th, 2017

Agustín S.M. ha reconocido desde el primer momento que fue él quien puso los cebos envenenados, trozos de tortilla en los que añadió grandes dosis de un potente plaguicida que conducía a una muerte rápida por parada respiratoria, para acabar con los zorros que había en su finca y que, así lo ha afirmado ante el juez, se comían los conejos y las perdices y le estropeaban la temporada de caza, ya que de esa forma no podía alquilar la finca conocida como Cambrillos Norte, en Albarreal de Tajo (Toledo).

Pero, de la misma forma, ha exculpado de cualquier responsabilidad tanto al guarda de la finca, Juan Manuel M., como a la esposa de éste, Matilde D., «yo soy el culpable, ellos no tienen nada que ver», es lo primero que ha dicho sin que nadie se lo preguntara en cuanto ha empezado a testificar; aunque los tres se enfrentan a una posible condena de dos años de prisión por supuestos delitos contra la fauna y contra especies protegidas, que es la petición que han realizado tanto la fiscal como la acusación particular, que en este caso es la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.


Mientras, el abogado de Agustín ha pedido su libre absolución o, en su caso, una pena de dos meses de prisión; mientras que la letrada del guarda y de su esposa ha solicitado la absolución de ambos.

El juicio se ha celebrado esta mañana en el Juzgado de lo Penal número 1 de Toledo, en el que además de los tres acusados han declarado el agente mediambiental que les sorprendió in fraganti y uno de sus compañeros que posteriormente realizaron una amplia batida por la zona para descubrir que había, en total, ocho porciones de tortilla; además de un técnico de la Junta especialista en animales.

COMPRÓ DOS TORTILLAS, HIZO OCHO PORCIONES Y LAS LLENÓ DE UN POTENTE PLAGUICIDA

Agustín ha reconocido que el 27 de enero de 2009 se dirigió hacia el paraje Vega del Tesoro, en Cambrillos Norte, y que en el interior de una caja de cartón llevaba dos tortillas que había comprado en un supermercado y que después las había envenenado con un potente plaguicida adquirido en Torrijos (Toledo).

Su argumento, que estaba pasando por una enfermedad y que la caza «me había dejado 10.5 millones de pesetas a deber, porque la persona a la que le tenía alquilado el paraje se había ido sin pagarme». Como quiera que, ha afirmado, los zorros se comían los conejos y las perdices y le fastidiaban la caza, decidió acabar con ellos colocándoles los cebos envenenados, «que metí en los agujeros (madrigueras), donde no podían entrar otros animales».

Como él mismo ha dicho, «hice mal y ya está, lo reconozco. Era la primera vez que lo hacía y llevo 22 años con esa finca, donde siempre he tenido vendida la caza».

«AL VERME SE ESCONDIERON DETRÁS DE UN ARBUSTO Y TRATARON DE TIRAR UNA CAJA DE CARTÓN (EN LA QUE ESTABAN LOS TROZOS DE TORTILLA)»

Opinión muy diferente, en parte, la que ha contado ante el juez el agente medioambiental que le sorprendió. Ese día patrullaba por la zona y al ver un todoterreno (en el que iban los tres acusados) «me acerqué a él porque pensaba que podían ser cazadores furtivos». Al llegar, vio cómo «los tres estaban alejados del coche y al verme se escondieron detrás de un arbusto y trataron de tirar una caja de cartón».

Fue al recogerla y abrirla cuando comprobó qué había en su interior: las tortillas envenenadas. «Al abrir la caja vi los trozos, que tenían una sustancia granulada (el veneno). Inicialmente uno de ellos me dijo que las tortillas eran para los niños, pero allí no había niños, y yo les dije que era un tema serio porque esos cebos envenenados podían causar hasta la muerte de una persona. Los colocaban en las madrigueras y los guardeses me dijeron, textualmente, que ellos seguían las órdenes de su amo».

El agente medioambiental rápidamente avisó a su superior para que enviara refuerzos y realizar una batida por la zona por si había más cebos envenenados. Y así fue. «Peinamos la zona y aparecieron cuatro trozos de tortilla más. Al día siguiente descubrimos uno nuevo, todos ellos con el tóxico muy peligroso en su interior». Además, ha negado que su actuación se debiera a un chivatazo anterior que le hubiera contado lo que supuestamente iba a suceder.

EL GUARDA Y SU ESPOSA VIERON LA CAJA Y ESTABAN CON AGUSTÍN, «PERO NO SABÍAMOS LO QUE HABÍA DENTRO Y NO NOS ESCONDIMOS DE NADIE»

El guarda de la finca, Juan Manuel M., ha dicho que vio por la zona a Agustín y éste le dijo que fuera con él a dar una vuelta. «Me dio una caja de cartón, pero no vi lo que había dentro. A mí Agustín no me dijo lo que había hecho y no me intenté esconder de nadie».

Por su parte, su esposa, Matilde D., ha indicado que ese día paseaba, sola, por la zona y se encontró con los dos, que llegaron en el coche. «Me subí con ellos y nos fuimos al soto (Vega del Tesoro). En un momento determinado ellos se bajaron y yo continué paseando por el camino, hasta que un rato más tarde volvimos a encontrarnos. No nos escondimos de nadie y yo ni sabía lo que había en la caja de cartón».

UN TÉCNICO AFIRMA QUE EN CADÁVER DE UN ZORRO QUE HUBIERA COMIDO ESA TORTILLA HABRÍA SIDO OTRO CEBO ENVENENADO PARA ÁGUILAS O MILANOS

El técnico de la Junta que ha declarado ha reiterado que la zona donde estaban los cebos envenenados «es un área muy importante para el águila imperial y el águila perdicera, es una zona protegida donde además duermen tanto el milano real como el milano negro por los árboles del río».

Y ha dejado claro que si un zorro se comía ese cebo moriría de forma irreversible «y su cadáver se convertía en otro cebo envenenado para cualquier tipo de rapaz, como las águilas o los milanos».

«AGUSTÍN YA HA PEDIDO PERDÓN Y LO HA RECONOCIDO, PERO NO UTILIZÓ EL VENENO PARA CAZAR»

La fiscal, en sus conclusiones finales, se ha referido a la claridad del caso, «porque todo está demostrado, lo ha reconocido el propio Agustín. Acababan de empezar a soltar los cebos envenenados y por eso había todavía trozos de tortilla en la caja de cartón. Y los tres lo sabían. Como sabían que la zona es un corredor biológico por donde transitan especies amenazadas. Y tan elevada cantidad de veneno en las tortillas podría ser el causante secundario para acabar con estas especies en extinción, que son carroñeras y podían haber comido los zorros, que eran cebos secundarios».

Para el abogado de Agustín, «es cierto que se emplearon cebos para eliminar a los zorros que se comían a otras especies, pero ya le impusieron una sanción administrativa muy fuerte (suspensión de la actividad cinegética durante dos años en la finca), ya ha pedido perdón y ha reconocido que los usó de forma indebida. Pero no ha utilizado veneno para cazar».

Y la abogada del guarda y de su esposa ha negado absolutamente la participación de ambos en los hechos, «como dijeron desde el minuto cero. No ha quedado acreditado que ellos colocaran los cebos y Agustín no tenía por qué explicar lo que hacía ni al guardés ni a su esposa. Al guarda le dijo que se fuera con él y no tenía que explicarle más y Matilde, su esposa, pasaba por allí».

Ahora falta conocer la palabra, en forma de sentencia, del juez.

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