Villanueva de los Infantes, ese enclave castellano-manchego al que muchos llaman simplemente Infantes, vuelve cada Navidad a demostrar por qué su casco histórico es uno de los mejor conservados de La Mancha. Bajo el brillo de su alumbrado navideño, el municipio se convierte en una cápsula de tiempo donde el visitante siente que camina entre trazos literarios, escudos de piedra y tradiciones que han sobrevivido al vértigo del siglo XXI.
Cuando llega el puente de diciembre, la plaza Mayor se llena de gente para ver el encendido del alumbrado, una cita que ya es costumbre en el municipio. Hay música, fuegos artificiales, puestos de comida, castañas y chocolate con churros. Aun así, el pueblo evita los excesos: las luces son sencillas y respetan la imagen del casco histórico, que mantiene su estética renacentista incluso en estas fechas.
Comercios, vecinos y casas señoriales participan en un concurso municipal de fachadas, balcones y escaparates que consigue que casi todo el casco histórico se vista de gala sin traicionar su estética renacentista. La piedra caliza, los balcones de madera y las rotulaciones tradicionales conviven con adornos navideños hechos a mano, creando un ambiente cuidado que pocos pueblos logran mantener.
Un centro histórico que impresiona en cualquier época del año
La plaza Mayor es el corazón de todo. Su equilibrio arquitectónico, sus arcos de medio punto y la presencia de la iglesia de San Andrés hacen que cualquier paseo sea especial. Durante estos días, los niños corretean junto a las esculturas de Don Quijote y Sancho Panza, que cada Navidad se convierten en una parada obligatoria para fotos y juegos.
La iglesia de San Andrés concentra muchas de las visitas. Allí reposan los restos de Francisco de Quevedo, pero además sorprenden su púlpito plateresco, sus capillas laterales y la cripta dedicada a Santo Tomás de Villanueva. Es uno de los templos más representativos del Campo de Montiel y un lugar muy frecuentado por quienes llegan al municipio en estas fechas.
La Alhóndiga, punto clave de la Navidad infanteña
Otro de los espacios más concurridos es la Alhóndiga, hoy convertida en casa de cultura. Aquí se celebra, durante el puente de diciembre, una feria de artesanía que supera las dos décadas de historia y que reúne a numerosos artesanos de la zona. Cerámica, productos navideños, trabajos en madera y piezas tradicionales completan la oferta.

Villanueva de los Infantes en Navidad
En este mismo patio se instala cada año un Belén artesanal que incorpora elementos propios del pueblo: patios, escudos y rincones que los vecinos identifican al momento. Durante la Navidad, este lugar también acoge actividades para los más pequeños. Papá Noel visita el espacio en Nochebuena, y los Reyes Magos recogen cartas el 4 de enero, antes de la cabalgata. El día 6 se celebra la tradicional chocolatada con roscón.
Patrimonio, historia y un paseo que lo resume todo
A unos pasos está la Casa de Rueda, uno de los patios más emblemáticos del municipio. En su interior se explica la historia local y la importancia que tuvo la Orden de Santiago en la repoblación del Campo de Montiel y en la organización del territorio. La planta superior alberga un centro de interpretación que repasa el pasado de Infantes y su papel como capital de la comarca desde el siglo XVI.
En la calle Cervantes se encuentran algunos de los edificios más ligados a la historia literaria del municipio, como la antigua Casa Cuartel de los Caballeros de Santiago, el convento de las Dominicas o el convento de Santo Domingo, donde pasó sus últimos días Quevedo.
Gastronomía y descanso con sello manchego
La Navidad en Infantes también se saborea. Platos como las migas, la caldereta, las gachas o los duelos y quebrantos siguen siendo muy habituales en los restaurantes del pueblo. A esta cocina tradicional se suma otras propuestas, tanto en la localidad como en municipios cercanos, que mantienen las raíces manchegas pero con un toque más actual.
El día puede terminar en uno de los pequeños hoteles del casco antiguo, muchos instalados en antiguas casas solariegas con patios empedrados, pozos y vigas originales. Alojarse en ellos, en pleno centro histórico, permite disfrutar de un ambiente tranquilo y acorde a la esencia del municipio.

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