«No me quiero ir y no me voy a ir, pase lo que pase». Fue su última frase como presidenta de Castilla-La Mancha en el último Pleno de la legislatura.
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Era el 26 de marzo y, ni en sus peores pesadillas, adivinaba que el 12 de noviembre acudiría a su último Pleno como diputada regional. Se va al Congreso a sacarse la espina clavada en el alma el 24 de mayo, cuando ganó las elecciones pero perdió el poder y el Gobierno en el primer examen. Con 151.000 votos extraviados en sus primeros y únicos cuatro años como presidenta, vio a Emiliano García-Page investido en el puesto que ella esperaba revalidar.
Fue seguramente la puntilla más dolorosa para un año horrible, en el que fue cuestionada su labor como secretaria general del PP. Mariano Rajoy hizo cambios y colocó cuatro vicesecretarios y un jefe de campaña, Jorge Moragas, que han minimizado la figura y el poder de la secretaria general. Sus viejos enemigos, Javier Arenas y Soraya Sáenz de Santamaría, se salían con la suya y han unido otros detractores a la lista.
La posibilidad de ser ministra y la devoción del Estado Mayor del PP en CLM, que ha cerrado filas en torno a ella, han sido aliento suficiente para mantener la forma. Cospedal no se da a sí misma por amortizada y piensa que aún tiene mucho que decir y hacer en el futuro del partido. Para que su voz sea escuchada seguirá al frente del PP de CLM, donde se mantiene como líder indiscutible e indiscutida.
A LA ESPERA DE UN MINISTERIO PARA VOLVER A BRILLAR
Todo apunta a que en 2016 María Dolores de Cospedal dejará de ser secretaria general del PP, pero la posibilidad de ser ministra hace que ella y los suyos mantengan la esperanza de volver a tocar la gloria y parar el declive que su figura ha tenido en 2015. ¿Qué sucederá?