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Pepu Hernández, precandidato a alcalde de Madrid por decisión del presidente del Gobierno - 01 febrero 2019 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

Cuando un ciudadano utiliza algún método legal para pagar menos impuestos no se le puede acusar de nada, pero sí se puede decir que es poco solidario con su país. Pero cuando eso lo hace un político o un aspirante a serlo -en este caso, el exseleccionador nacional de baloncesto, Pepu Hernández, señalado por el dedo del presidente del Gobierno para competir con varios socialistas por ser el candidato a la Alcaldía de Madrid del PSOE-, eso queda feo, muy feo. Puede ser legal, pero es poco ético, insolidario y nada ejemplar, cuando precisamente los políticos deberían dar ejemplo siempre al resto de la ciudadanía.

A los socialistas madrileños y a otros de toda España no les ha sentado nada bien que su líder, Pedro Sánchez, haya convencido a su exentrenador de baloncesto en sus años de estudiante para que compita en elecciones primarias con el socialista Manuel de la Rocha y otros para encabezar la candidatura del PSOE en las próximas elecciones municipales del 26 de mayo al Ayuntamiento de Madrid. Pero el presidente, quizá harto de que varios nombres conocidos le hubieran dicho que no quieren presentarse –Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro Fernando Grande-Marlaska y algunos más-, decidió ir de pesca a otros caladeros ajenos a su partido. Y, con la excusa de que está muy bien que personas no afiliadas al PSOE den el paso de trabajar por su ciudad o por el país, ha designado a su precandidato a dedo, esa práctica que tanto han criticado ellos al PP;  ahora son los afiliados al partido quienes, en marzo, deben decidir entre los distintos candidatos.


En el siglo XV se empezó a utilizar en España el concepto de limpieza de sangre: quien aspiraba a ingresar en alguna institución oficial debía demostrar que sus padres y antepasados eran cristianos viejos y no tenían ninguna mezcla de los judíos o musulmanes que se habían convertido al cristianismo para no ser expulsados del país. Esa práctica también la aplicaron en pleno siglo XX en la Alemania nazi, con la intención de mantener la pureza de la raza aria.

Preguntar por el pasado, por si acaso

Hoy día, en pleno siglo XXI, no hay que pedirle a Pedro Sánchez que ponga en práctica esa aberración, pero sí debería hacer una sencilla pregunta cuando decide nombrar a alguien ministro, alcaldable o cualquier otro cargo: «Oye, ¿has hecho algo en tu pasado que sea ilegal o que, aunque sea legal, no sea ético y pueda ser descubierto por los periodistas y criticado por la sociedad?». Si hubiera hecho esa sencilla pregunta, por si acaso, se habría evitado casos como el del ministro más breve de la democracia, Maxim Huerta, que tuvo que dimitir de la cartera de Cultura y Deporte a la semana de ser nombrado porque en el pasado había creado una sociedad instrumental, sin ningún empleado, para que gestionara sus ingresos profesionales y así pagar menos impuestos.

Si Sánchez hubiera hecho esa pregunta a Pepu Hernández habría sabido que, en octubre de 2006, tan solo un mes después de que la selección española de baloncesto ganara la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Japón, su exentrenador constituyó con su esposa la sociedad limitada Saitama 2006, una empresa sin trabajadores cuyo objetivo era gestionar el dinero que ingresaba por derechos de imagen, conferencias, cursos y otras actividades. Con esa fórmula pagó a la Agencia Tributaria el 25 por 100 de sus ingresos por el Impuesto de Sociedades -que permite deducir una serie de gastos de esa empresa- en vez del 52 por 100 que probablemente tendría que haber abonado si hubiera hecho la declaración del IRPF, como la mayoría de los contribuyentes.

En los 15 primeros meses de vida de esa sociedad Pepu Hernández facturó la nada despreciable cantidad de 659.000 euros. Basta hacer una simple operación matemática para concluir que si pagó el 25 por 100 en vez del doble, se ahorró una importante cantidad de dinero. Unos años después, según ha publicado el digital El Confidencial, la Agencia Tributaria revisó la declaración de impuestos de la sociedad Saitama 2006, detectó algunas irregularidades, hizo una declaración paralela al exseleccionador nacional y exentrenador del club de baloncesto Estudiantes y él la aceptó y pagó la diferencia que le señalaron.

En el PSOE han salido en tromba a defender a Pepu Hernández y han dicho y repetido que no ha cometido ninguna ilegalidad para pagar menos impuestos, que está al corriente con Hacienda, que su sociedad ha tributado lo que le correspondía… Vaya, que ha pagado sus impuestos y que todo lo que ha hecho es legal.

¿Hacienda somos todos?

Tienen razón: ha pagado los impuestos, aunque ha tenido que reconocer la diferencia que le reclamó la Agencia Tributaria. Pero esos políticos socialistas que tanto defienden en público a Pepu se olvidan de algo: el famoso lema Hacienda somos todos, que el Gobierno puso en marcha en 1978 para concienciar a la ciudadanía de que no defraudara y pagara los impuestos, ha calado tanto en la sociedad española que muchas personas se acordarán de esa frase dentro de un par de meses, cuando comience la campaña de la declaración de la renta, y seguro que surgirán los chistes y chascarrillos con la actuación de Pepu Hernández, por muy legal que sea. Y entonces estaremos ya metidos de lleno en precampaña electoral.

Y esos mismos políticos socialistas se olvidan también de algo que los medios de comunicación han recordado en este caso: en 2015, en una entrevista en Telecinco, preguntaron a Pedro Sánchez por Juan Carlos Monedero, que tuvo que dimitir de sus cargos en Podemos porque cobró unos trabajos mediante una sociedad personal sin comunicarlo a la Universidad donde impartía clases. El hoy presidente del Gobierno dijo entonces que si alguien de la dirección del PSOE creaba una sociedad mercantil para pagar menos impuestos, «esa persona al día siguiente estaría fuera de mi Ejecutiva». Y añadió: «Ese es el compromiso que yo asumo con mis votantes y también con los españoles». Dice el refrán que por la boca muere el pez.

Pedro Sánchez podrá hacer lo que quiera en su partido, si se lo permiten. Pero cuando está en juego algo tan importante como la elección de quién encabezará la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de la capital de España, a él y a todos los políticos hay que pedirles coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Y que no haga experimentos. Dicen que el filósofo español Eugenio D’Ors pronunció en su día esta frase: «Los experimentos, con gaseosa». Pues oído al filósofo, presidente, y a experimentar solo con las burbujas.

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