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jueves, 25 de abril de 2024
Un joven se enfrenta a 10 años de cárcel por decir que podían votar por teléfono - 01 febrero 2021 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

Al joven Douglass Mackey, de Estados Unidos, puede costarle muy caro haber difundido por internet un mensaje que, además de decir algo que era falso, impidió que casi 5.000 personas ejercieran su derecho constitucional a votar en las elecciones de 2016. Comunicó por las redes sociales que los electores podían votar enviando un mensaje por teléfono, sin tener que esperar ante una mesa electoral, y hubo quien cayó en la trampa. Se enfrenta a una pena que puede alcanzar los 10 años de cárcel.

Este caso es solo un ejemplo más de las muchas estupideces que cometen quienes hacen un mal uso de Twitter, WhatsApp y otras redes sociales y de las falsedades que propagan por esa vía. Algunos vídeos y mensajes de los que circulan por ellas son tan inverosímiles que, antes de reenviarlos, conviene pensar si hay que contribuir a su difusión o deben ser eliminados tras recibirlos. Porque los hay que son simplemente una broma, de mejor o peor gusto y con más o menos gracia, pero otros tienen un objetivo concreto que suele ser perjudicial para la democracia.


El engaño de votar por teléfono para perjudicar a Hillary Clinton

Hillary Clinton y Donald Trump competían en 2016 por la presidencia del país más poderoso del mundo. Douglass Mackey publicó en su cuenta de Twitter este mensaje: «Sáltate la cola. Vota desde casa. Envía Hillary al 59925. Vota a Hillary y sé parte de la historia». Para confeccionar ese mensaje utilizó la misma tipografía y logotipos que usaba la candidata demócrata en su campaña, e incluyó un aviso similar al que figura en los anuncios electorales de ese país, para darle apariencia de legalidad: «Debes ser mayor de 18 años para votar. Solo un voto por persona. Debes ser un ciudadano legal en EEUU. El voto por mensaje no está disponible en Guam, Puerto Rico, Alaska y Hawai. Pagado por Hillary for President 2026».

El FBI ha detenido Douglass Mackey en Florida, en enero de este año, bajo la acusación de «conspirar contra los derechos fundamentales», según ha publicado el diario El Mundo. Se encuentra en libertad bajo fianza, a la espera de juicio.

El fiscal que interviene en este caso, Nicholas L. McQuaid, ve muy grave lo que ha hecho Douglass Mackey, porque ha atentado contra «uno de los derechos más básicos y sagrados que garantiza la Constitución: el derecho al voto». Considera que es como si el autor de ese mensaje falso hubiera robado votos de los depositados en una urna en las citadas elecciones.

Los investigadores afirman que ese joven estadounidense y, otros tres que colaboraron con él, tenían una intención política al difundir ese y otros mensajes falsos: crear confusión en el electorado para influir en el sentido de su voto, en este caso a favor de Donald Trump. Es la misma práctica que, según distintas denuncias, utilizan algunos países para influir en procesos electorales de otros o en determinados grupos de población.

Donald Trump ha divulgado muchas mentiras por las redes sociales

Douglass Mackey y sus colaboradores no solo difundieron ese mensaje perjudicial para Hillary Clinton sino también otros que eran engañosos, con contenidos falsos y antijudíos. Estas prácticas se han incrementado en Estados Unidos durante los cuatro años de mandato de Donald Trump, quien también ha divulgado muchas mentiras por las redes sociales. Es significativo que uno de los cómplices de Mackey, que también ha sido detenido, es un hombre de extrema derecha, defensor de Trump y que participó en el asalto al Capitolio el pasado 6 de enero, cuando juraba su cargo el nuevo presidente, Joe Biden.

Las redes sociales son muy útiles para la Humanidad. pero también son muy peligrosas cuando se utilizan para engañar, confundir, difamar, calumniar, difundir datos de la vida privada de alguien o como arma arrojadiza contra un adversario político. De todos esos malos usos hay ejemplos por parte de algunos políticos, famosos, empresarios, periodistas y personajillos de esos que se dedican a contar su vida privada en los programas basura de algunas televisiones, a quienes no les importa despellejar en público a su padre o a su madre con tal de que les sigan llamando y pagando. Todo eso hay que combatirlo, aunque parece que es una batalla perdida.

 

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