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11/06/2012junio 13th, 2017
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El Corpus de Toledo es un muestreo que para sí quisiera cualquier sociólogo o encuestador de partido político: decenas de miles de personas expresando sus opiniones espontáneamente durante horas y sin necesidad de que les hagan preguntas.

Cada año, puertas afuera de la procesión, el comportamiento de los asistentes es un buen termómetro para medir la temperatura de la sociedad toledana en particular y algunas cosas del comportamiento general, porque la muestra incluye autóctonos, pero también castellano-manchegos, españoles de otras regiones y un buen número de extranjeros.


El de 2012 no era uno más, porque este año nada es lo mismo.

Si el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hubiera mandado a la capital castellano-manchega a su equipo de encuestadores hubiera sacado numerosas conclusiones y se hubiera ahorrado una pasta en sondeos. Entre el comportamiento del público durante el desfile procesional y los comentarios que se oyen después por las calles y bares, entre caña y caña, se hubieran llevado trabajo de campo por valor de un potosí.

LA CALLE APUESTA POR LOS UNIFORMES

El cortejo del Corpus lo forman autoridades religiosas, civiles y militares… ¿Alguien da más?

Y la primera conclusión cierta del estudio de opinión a pie de calle refleja que ganan con mucha ventaja los últimos, que son los primeros en popularidad, simpatía y reconocimiento de la sociedad. No es nuevo, pero cada vez se suma más gente a los largos, sentidos y continuos aplausos que reciben las Fuerzas Armadas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. 

Antes los toledanos aplaudían a los cadetes y oficiales de su Academia de Infantería. Ahora la mayoría de los asistentes muestran sus simpatías por policías, guardias civiles y militares, por delante de la Iglesia y la política.

La Custodia también dispara el aplausómetro. Particularmente lo interpreto más allá de su sentido religioso (si me lo permite el CIS). Al pueblo le gustan sus tradiciones, lo único que no le falla y la Custodia es por excelencia el alma de la fiesta cristiana pero también pagana del Corpus, al que cada año acude más gente.

LA IMAGEN DE LA PRESIDENTA

¿Los políticos? No generan aplausos como grupo, pero sí algunos de sus líderes. Este lunes escribí que el «Corpusómetro» que el año pasado reventaron María Dolores de Cospedal y Emiliano García-Page -especialmente la primera- sería un buen termómetro para medir la popularidad.

La presidenta tiene que tomar nota. Los recortes y la manera de hacerlos no solo restan al PP, afectan a la imagen de Cospedal y en solo un año las calles la han recibido de distinta manera.

No me refiero al abucheo orquestado por pequeños grupos de alborotadores, acallados por los aplausos de la mayoría, molestos con la actitud de quienes se sentían con derecho a amargarles la fiesta. Lo que quiero decir es que la frialdad avanza en el recibimiento que la gente dispensa a la presidenta. Y el PP está obligado a tomar nota, para ver si todo es culpa de las medidas o también hay mucha responsabilidad en los que las toman, las ejecutan y las transmiten. 

A Cospedal este Gobierno se le queda corto como nota media. Y aunque aún solo hay pequeñas señales externas, creo que ha llegado el momento de que reflexione sobre lo que la rodea, en todos los niveles de su Administración, y dé uno de sus temidos golpes de mano y efecto.

La estrategia de acoso a Page en Toledo no funciona. Al menos de momento. Eso también se vio en el Corpus. El alcalde mantiene un alto grado de simpatía entre los toledanos, que le perdonan, al menos de momento, ser el secretario general del PSOE que dirigió hasta antes de ayer José María Barreda y haber mantenido a lo peor de aquella clase.

En el Gobierno regional hay gente que sabe muy bien que en Toledo es más importante el alcalde que el presidente de la Junta, más allá de concretas excepciones. Los toledanos tienen claro que es su ciudad la que saca brillo a Castilla-La Mancha y no al revés. ¿Está de acuerdo, señor consejero de Presidencia?

Para los de la capital, los consejeros de la Junta no son más importantes que sus concejales ni les impresionan más. Así que acorralar al alcalde puede tener un efecto boomerang. En Toledo la información circula por todos lados, gracias a una concentración casi tóxica de muchos políticos y periodistas en una ciudad tan pequeña.

Ya sé que José Bono practicó con Agustín Conde lo que Leandro Esteban definió en una de nuestras entrevistas como «el sometimiento de Toledo a sitio de hambre y sed», pero el entonces presidente de la Junta tenía todo el viento a favor y el exalcalde era aún demasiado inexperto para aquella partida. Además, los años 90 del siglo XX no son los de la primera década del XXI.

¿Más conclusiones del Corpus?

Sí, las hay. Y nada reconfortantes. La mala educación avanza en la sociedad. Las interrupciones al paso de la procesión fueron continuas por parte de algunos asistentes, sin excepcion de edad o procedencia.

EL ACERTADO SERMÓN DEL ARZOBISPO

Para finalizar, mi reconocimiento al arzobispo Braulio Rodríguez. Cuando llegó a Toledo alguien de dentro de la Iglesia me dijo: «En la diócesis estamos contentos, se ha ido un político, Cañizares; y ha venido un pastor, que es lo que necesitamos».

En mi opinión (no soy creyente), su homilía fue la de un pastor de estos tiempos que vive con preocupación el momento de gran sufrimiento de su rebaño de almas. Reconozco acierto y valor en sus palabras reclamando que el mundo no puede girar solo en torno a los poderes económicos y condenando «los planes diseñados sin alma, sin tener en cuenta la dignidad única de la persona».

Tiene más razón que un santo.

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