María Dolores de Cospedal entró poco más o menos que sentenciada al Debate del Estado de la Región a eso de las 12 de la mañana del jueves 6 de septiembre y salió reinando en todos los telediarios del mediodía, en las tertulias radiofónicas de la noche, en las de la mañana siguiente y provocando una cascada de reacciones de gran parte de la clase política española en Madrid y en todas las comunidades autónomas.
Su propuesta de reducir a la mitad el número de diputados de las Cortes de Castilla-La Mancha y de quitarles el sueldo a sus señorías, una iniciativa entre oportuna y populista, la ha devuelto al campo de la ofensiva política de primera línea y dimensión nacional tras prácticamente un año de vivir a la defensiva por las políticas de austeridad y recorte de su Gobierno.
Como se dice popularmente, Cospedal entró en el Salón de Plenos «a recibir» y antes de que transcurriesen dos horas había conseguido dar un susto importante al PSOE. Logró desviar 360 grados un debate que iba a provocar que en el resumen de prensa que saliera en toda España apareciera la presidenta de CLM despidiendo interinos, quitando profesores, cerrando urgencias en los pueblos pequeños y complicando la vida escolar a los menores con discapacidad.
Por contra, un PSOE que se las prometía muy felices quedó completamente descolocado ante una propuesta que entra como un cañón entre las clases populares, pero que necesita de muchos matices para que no quede en una parodia y en una herramienta pensada solo para debilitar a la oposición.
El caso es que Cospedal ha conectado con una buena parte de lo que piensa el pueblo, aunque en la práctica el recorte vaya a afectar muy poco al PP y mucho al PSOE. El inmenso poder cosechado por el PP en las urnas en las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011 hace que en el Grupo Popular casi todos los diputados puedan disponer de ingresos extra, además de la dieta de las Cortes. Y para los que no, está el partido, cuyas arcas están en forma a base de tantas buenas cosechas electorales.
En el PSOE, por el contrario, no hay de donde tirar. Sus diputados tienen pocas posibilidades de tener otros ingresos dentro de la política y fuera, ni hablamos. Y desde luego, las arcas socialistas no están para muchas alegrías.
Claro que vista la situación con la mentalidad china de hacer de las crisis una oportunidad, Emiliano García-Page podría conseguir de un plumazo y gracias a Cospedal renovar la carcoma del Grupo Parlamentario Socialista, que justamente ocupan los bancos mejor pagados de la casa. A lo mejor ahora les sale más rentable la jubilación forzosa. Porque estoy segura de que los más nuevos están deseando su oportunidad, aunque sea como diputados mileuristas y, además, están limpios de cualquier herencia.
En cualquier caso nadie puede tirar la primera piedra en esto del populismo.
Cargado de razones en el fondo, pero con una forma de llevarlo a la práctica que mantuvo al PP asfixiado varios años estuvo la propuesta de José Bono de retirar a los grupos políticos de las Cortes los fondos que les daba la Cámara para su actividad por no justificar su uso adecuadamente con facturas. La práctica, que el PP dejó de percibir 200 millones de las antiguas pesetas durante una legislatura, hasta que pasadas las elecciones la Justicia les dio la razón y condenó a la Cámara por no haber garantizado a los «populares» su legítima defensa.
Muy acertada en el fondo estaba también la decisión de Bono de acabar con las decenas de asesores que vivían del presupuesto de las Cortes sin ni siquiera pasar por ellas. Se los cargó de un plumazo, pero el PSOE pudo absorber a los suyos en la administración autonómica y hacer una renovación forzosa de los que ya eran una carga.
Para el PP supuso perder a los pocos efectivos de que disponía para hacer oposición.
Me parece a mí que esta legislatura va a tener mucho de ese ojo por ojo y diente por diente que predica el Antiguo Testamento. Eso no es gratificante, pero hay cosas que el PSOE no debió hacer y que ahora se vuelven en su contra.