viernes, 17 de mayo de 2024
Alcohólicos Anónimos 24/02/2012junio 14th, 2017

Son alcohólicos (Alcohólicos Anónimos), pero anónimos con nombre; Alberto, Julio, Rafa, Antonio… Y no solo con nombre, sino también con una familia, un trabajo, una vida tras de sí que un día truncaron, la descolocaron, la perdieron, pero que gracias a la organización Alcohólicos Anónimos (AA) han vuelto a recuperar.

Los cuatro nombres que citamos pertenecen al grupo «Calcuta» de Talavera, uno de los dos que funcionan en la ciudad de la cerámica. Este grupo, el «Calcuta», es el que se ha creado más recientemente, arrancó en 2008 y tiene su sede en la iglesia Beata Teresa de Calcuta. El otro grupo, «Agua Viva» lleva más tiempo, 11 años, y tiene su sede en el Centro Social «Puerta de Cuartos». Esos 11 años es el tiempo que la organización lleva trabajando en Talavera, un colectivo por el que ya han pasado decenas de personas, en su mayoría hombres alcohólicos, una organización a través de la cual muchos se han rehabilitado y han abandonado su adicción a la bebida, pero a la que también muchos han abandonado creyendo que ya tenían su problema superado.


En estos momentos AA cuenta en Talavera con unos 15 miembros, la mayoría hombres, aunque también hay tres mujeres. El más veterano de los grupos es Rafa, con 64 años, y los más jóvenes están en la treintena. Aunque también han recibido la visita de adolescentes, «pero estos no son constantes», indican desde la organización.

Encastillalamancha.es ha acudido a una de las reuniones del grupo «Calcuta». Unos encuentros que se producen dos veces a la semana, los martes por la tarde y los miércoles por la mañana. En el caso del grupo «Agua Viva» los encuentros se llevan a cabo los sábados por la tarde. En estas reuniones de grupo «compartimos cómo trabajamos con nosotros mismos para abandonar nuestra adicción, y esto lo hacemos por si a alguien de los que asiste le puede servir», explica Alberto, el más veterano del grupo, puesto que lleva en AA 13 años, después de haberse tirado 30 años de su vida dándole a la bebida. Alberto llegó a la organización porque él pidió ayuda a su hermano mayor y este le puso en contacto con un compañero de trabajo que pertenecía a AA.

«Este hombre me contó su experiencia y me llevó a una primera reunión en Madrid, desde entonces no he vuelto a probar ni una gota de alcohol, aunque ojo, sigo siendo alcohólico porque en cuanto pruebe el primer chato de vino…». De ahí que sea fundamental asistir a las reuniones de grupo, pues en ellas se encuentra el apoyo necesario para continuar bien, además la experiencia de cada uno puede ayudar a los nuevos miembros que entran. «Es una forma de solidaridad», explica en este punto Julio. «Yo, por mí, creo que ya podría dejar de venir, que en principio no lo necesitaría, pero hay que seguir por los que vienen nuevos. Nos beneficia a todos», insiste.

A Alberto lo que le llamó la atención de AA fue «que nadie me regañaba por beber, nadie me consideraba vicioso ni un ser raro. Al contrario, yo veía que ellos se reían, a pesar de las historias tan crueles que contaban, se lo pasaban bien y entonces creí que yo podía dejar de sufrir», afirma quien comenzó a consumir en sus tiempos de estudiante universitario.

Sufrimiento es quizás la palabra que más suena entre quienes han conseguido superar esa adicción al alcohol. «Sufrimiento por nosotros mismos y por nuestra familia», cuenta Julio, quien añade que desde que llegó a la organización «no sólo he dejado de beber, lo importante para mí es que he dejado de sufrir». Este hombre de 46 años llegó a AA hace cuatro años y dos meses, después de estar consumiendo alcohol desde los 16 años. Aunque su problema era doble, puesto que él siempre que bebía tenía que consumir también cocaína. «Yo no era consumidor diario, podía pasarme tres o cuatro días sin beber, pero el problema era que cada vez que bebía, también tomaba cocaína».

Para Julio el mayor mazazo llegó cuando se dio cuenta de que estaba harto de la vida que llevaba e intentó salir por su cuenta, aunque le fue imposible. «He llegado a estar tan mal, que hacía faenas que no tenía ni idea de que las hacía», indica. Animado por su esposa Julio buscó ayuda y la encontró en AA, siguiendo el programa de los 12 pasos, algo así como el decálogo de la organización para salir de la adicción. «Es duro, pues estuve dos meses en casa sin salir, más que de casa al trabajo y del trabajo a casa, mi mujer me subía el tabaco del bar, pero al final lo conseguí», prosigue quien tiene claro que con el alcohol solamente hay tres salidas: el psiquiátrico, la cárcel o el cementerio.

Para Julio lo bueno que tiene en estos momentos, después de más de cuatro años sin bebida y sin cocaína, es «la tranquilidad que te da el saber que te despiertas y te acuerdas perfectamente de dónde has estado y que no has liado ninguna».

Junto al descanso de dejar de sufrir, de recuperar la familia y en muchos casos el trabajo, también destacan los integrantes de AA el hecho de «sentirte útil». «A mí me daba la sensación de que no había hecho nada por nadie», destaca Alberto.

Para este veterano de AA «el problema es cuando quieres dejar la bebida, cuando tu vida empieza a descolocarse económica, familiar y laboralmente». En este punto, Alberto echa mano de un dicho muy popular entre todos los integrantes del colectivo de alcohólicos: «Donde hay un alcohólico enferma hasta el gato».

Lo importante cuando un nuevo miembro llega a AA es que se identifica con lo que cuentan los compañeros que le reciben. Es lo que le pasó a Rafa, el más mayor del grupo con 64 años. Él asistió por primera vez a una reunión de la organización el 7 de julio de 2010. «Entré el día que cumplía 63 años, después de llevar más de 20 años dependiendo del alcohol». En su caso él bebía después de trabajar, estaba siempre viajando y «cumplía perfectamente con mi trabajo, lo que no significaba que no bebiese».

«Yo siempre tenía que tener alcohol para cuando saliera de trabajar, ya fuera cerveza, tequila…», indica, para añadir que en su familia todos han recibido con una gran alegría su recuperación. Al principio de su dependencia la familia de Rafa no notaba tanto los estragos del alcohol en este hombre, pero el problema vino cuando se prejubiló, pues «mi familia se empezó a dar cuenta, empezó a notar que la cosa iba mal y me avisaron. Fue entonces cuando decidí acudir a AA», reconoce.

Los integrantes del colectivo quieren destacar el hecho de que se puede salir del alcohol. «Hay salida, hay esperanza, este es un recurso más. Por tanto, el que crea que tiene un problema que pida ayuda a su médico, a su trabajador social, a su familia, pero que lo haga».

Sin duda, un mensaje cargado de esperanza.

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