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Más bajas en Cs: el secretario general y el de comunicación también se van - 23 noviembre 2019
Agustín Yanel Agustín Yanel

Cuando un partido político o una institución dependen demasiado de un único jefe, que hace y deshace a su antojo, se rodea solo de fieles colaboradores y escucha poco a los demás, más pronto que tarde llega a entrar en crisis. Algo así le ha ocurrido a Albert Rivera y su partido, Ciudadanos, que en las elecciones generales del pasado 10 de noviembre han sufrido un batacazo histórico: de los 57 diputados que tenían bajaron a solo 10 escaños, una caída que muchos atribuyen a los cambios, veleidades y ocurrencias de quien fue su fundador y presidente.

En ese gran fracaso electoral también habrán influido, sin duda, las contradicciones del partido naranja y de su ya exlíder, que se plasmaron en acuerdos de gobierno en varias comunidades autónomas contrarios a lo que siempre habían pregonado. Rivera y los dirigentes de Ciudadanos presumían de ser el partido que ha venido para luchar contra la corrupción y erradicarla de la vida política española, pero cuando han tenido la oportunidad de conseguir algún sillón en gobiernos autonómicos no han tenido ningún inconveniente en pactar con el PP en comunidades donde este partido ha tenido y tiene dirigentes y cargos imputados o condenados por corrupción.


Ciudadanos gobierna con el PP gracias a Vox

Al partido naranja le resultó relativamente fácil explicar que en Andalucía pactó con el PP porque era necesario  echar al PSOE del Gobierno autonómico, en el que llevaba casi 40 años ininterrumpidos y que tenía sobre su cabeza el caso de los ERE, uno de los mayores escándalos de corrupción de la democracia. Recientemente han sido condenados en la pieza política de ese caso los expresidentes de Andalucía y del PSOE Manuel Chaves y José Antonio Griñán, además de siete exconsejeros y 10 excargos de anteriores gobiernos socialistas andaluces.

Lo que no ha podido explicar Ciudadanos con argumentos que convenzan, porque no es posible, es el pacto que alcanzó en la Comunidad de Madrid con el PP, el partido con más implicados en casos de corrupción, para ostentar la vicepresidencia de ese Gobierno autonómico junto a la presidenta popular Isabel Díaz Ayuso, que ya ha dado muestras de que ese cargo le viene demasiado grande. Y lo ha logrado gracias al apoyo de Vox, como en Andalucía, porque sin la abstención de los diputados de este partido no hubiera sido posible constituir ese Gobierno.

Los dirigentes de Ciudadanos han intentado en todo momento desvincularse del partido de ultraderecha Vox y negar cualquier pacto con la formación que lidera Santiago Abascal. Pero la realidad es tozuda y el electorado, que no es tonto, lo ha visto con claridad: Ciudadanos gobierna con el PP en Andalucía, Madrid, Castilla y León y Murcia gracias al apoyo de Vox, ya sea con sus votos a favor o con la abstención.

Muchas bajas en el partido naranja

Esas contradicciones y bandazos ideológicos, en contra de lo que siempre han pregonado Rivera y los dirigentes de Ciudadanos, han hecho que destacados fundadores y cargos públicos del partido lo hayan abandonado en los últimos meses. Albert Rivera dimitió y dejó la política tras su fracaso en las últimas elecciones. Pero, además, antes y después de esos comicios ha habido otros importantes abandonos: Francesc de Carreras y Xavier Pericay, dos de sus fundadores; el eurodiputado Javier Nart; los diputados Toni Roldán y Francisco de la Torre (del equipo de Economía del partido); Juan Carlos Girauta, candidato por Toledo que no logró escaño, y los últimos, los dos responsables de la campaña electoral, el secretario general, José Manuel Villegas, y el secretario de Comunicación, Fernando de Páramo.

Si Inés Arrimadas llega a ser elegida presidenta de Ciudadanos, como parece que ocurrirá en el próximo congreso extraordinario, tiene por delante la tarea de intentar recomponer un partido de derechas liberal al que el electorado ha propinado un golpe casi mortal en las últimas elecciones. Y tendrá que hacerlo mientras escucha algunos cantos de sirena desde el PP, como los del presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Recientemente ha dicho que Ciudadanos «cabe dentro» del PP, porque los votantes y dirigentes de ambos partidos «tienen más cosas que les unen, que las que les desunen». «Sería bueno buscar fórmulas de entendimiento», ha lanzado el político gallego.

Arrimadas no se enfrenta a una tarea fácil, la de recomponer un partido al que Rivera ha llevado a un resultado electoral catastrófico. Si quiere hacerlo con eficacia, en el caso de que finalmente sea elegida para liderar la formación naranja, tendrá que escuchar a su gente más que su antecesor y amigo, y definir con claridad la línea ideológica del partido en vez de dedicarse a colgarse medallas por todo. Ella ya no podrá decir que quiere liderar la oposición, como afirmaba Rivera pese a que tenía menos diputados que el PP, porque ahora Ciudadanos es la sexta formación política en el Congreso y sus 10 escaños lo convierten en poco relevante en la Cámara.

Si no lo hace así, muy pronto habrá que preguntarse: ¿Queda alguien ahí dentro, Ciudadanos? Y quedarán cada vez menos personas. Y que nadie se confunda: aunque a sus cargos, afiliados y votantes les duela, reflexionar sobre las causas de un fracaso electoral no es hacer leña del árbol caído sino reflejar la realidad actual de un partido político que se presentaba como llamado a «transformar este país» -palabras de Albert Rivera- y, por el momento, ha perdido gran parte de su fuerza. ¿Podrá recuperarla su nueva dirección?

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